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El desafío de Ferguson en 1930: siete días jugando al golf sin parar

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Edward Ferguson era un miembro de la Escuela Americana de Arte Dramático cuya relación con el golf no iba mucho más allá de la de un mero aficionado. Jugaba bien, pero tampoco era un golfista de postín. Sin embargo, logró pasar a la historia tras afrontar un desafío asombroso.

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Todo cuajó una mañana de 1930 leyendo el periódico junto a su esposa. Se encontró un artículo que hacía referencia a las distintas maratones que se habían llevado a cabo en el mundo: carrera a pie, bicicleta, bailando, en trineo… «¿Y por qué no de golf?», se le ocurrió apuntar.

Planteado el reto, la primera idea fue jugar el mayor número de hoyos posible en un día, pero aquello le debió parecer una nimiedad y pronto decidió darle una vuelta de tuerca. Un día no, sería una semana completa jugando al golf sin descanso, más allá de diez minutos cada nueve hoyos.

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Ferguson eligió un campo de golf de Ridgemont, en Detroit. Comenzó un 25 de agosto a las seis de la mañana y jugó un total de 828 hoyos, recorrió 525 kilómetros y firmó un resultado de 3.999 golpes. Nos podemos imaginar la tensión de ese último putt de la semana para bajar de cuatro mil golpes.

Pronto se corrió la voz de lo que estaba haciendo Ferguson y empezó a llegar gente a verlo al campo. Primero acudieron algunos curiosos y después se acercaron profesionales y medios de comunicación para dar constancia de su hazaña. Lo más complicado era mantenerse despierto y jugar de noche. Lo primero lo consiguió a duras penas, mientras que para lo segundo se ayudó de un farol que llevaba él y una linterna de bolsillo que portaba su caddie. Para ser más efectivos, el caddie se adelantaba en los tiros largos para colocarse más o menos en la caída de la bola. La pelota estaba cubierta con pintura luminosa para facilitar la tarea.

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Finalmente, Ferguson completó nada menos que 92 rondas de golf consecutivas, con un resultado global de 86 golpes cada 18 hoyos. Ganó algo más de dos kilos de peso, pese al esfuerzo y la única secuela física es que terminó con las manos llenas de callos y ampollas. Jugó durante 158 horas seguidas.