Inicio Blogs David Durán Capítulo doce: Sin novedades en el ‘nueve’ titular

Capítulo doce: Sin novedades en el ‘nueve’ titular

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Jack Nicklaus.
Jack Nicklaus.
– Capítulo uno: Abro los ojos
– Capítulo dos: Jordan sólo decía ‘guau’
– Capítulo tres: Intimidades que no deberían contarse
– Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate
– Capítulo cinco: ¿de verdad seré yo el primero?
– Capítulo seis: El parné, vil y encantador
– Capítulo siete: Como un espectro blanco y difuminado
– Capítulo ocho: Los parias de este circo
– Capítulo nueve: Negro, de arriba abajo
– Capítulo diez: La familia, bien, gracias
– Capítulo once: Lucius y el golf como arte marcial

*El aspirante es un relato de ficción escrito por David Durán durante el confinamiento decretado por el gobierno de España por la crisis mundial provocada por el coronavirus Covid-19. Se irá publicando por capítulos mientras dure la cuarentena.

Recreamos durante un rato el bramido ritual de Lucius. Con abundante aspaviento y ademanes de karateca. Ahora yo, luego Guille. Pero ya no soy capaz de hacer casi nada con la naturalidad que debiera. Es extraño, pero mientras grito, o grita él, mientras reímos, se me cruzan inquietantes preguntas para las que no tengo respuesta: ¿me río porque es divertido o sólo porque necesito aplacar los nervios?

Envidio a quienes ríen a mandíbula batiente. Soy un tipo risueño, pero rara vez río a mandíbula batiente. Nada me parece tan gracioso, supongo. Ahora, sin embargo, lo hago. No me reconozco.

Guille no tarda en entrar en materia. Cortita y al pie. ¿Repetimos los mismos nueve palos en la bolsa?, pregunta. Pues sí, vamos a repetir la alineación del sábado, aunque de nuevo debatimos sobre la posibilidad de meter el hierro 2 por el hierro 4, en vista del viento. Sería lo más lógico, pero le he cogido manía a ese palo. Me mira mal. Además, ya está hablado que en el 1, viento fuerte a favor de la izquierda, igual que ayer, vamos a salir con el 4. No le demos más vueltas: driver, mi madera 3 debilitada, hierro 4, hierro 5, hierro 7, hierro 9, PW, 58 grados y putter. Suerte, chicos.

Antes de marcharse Guille me regala el oído con unas declaraciones que hizo ayer Jack Nicklaus. “Con 92 años a mis espaldas difícilmente me sorprende ya nada… Salvo que tratemos de golf. ¿Cómo es posible hacer un 62 en Pebble, con semejante viento y sólo nueve palos en la bolsa?”, dijo. También reconocía -no era la primera vez que lo hacía- que la traumática decisión de reducir el número de palos en la bolsa de los profesionales -desde 2027, si no me equivoco, lleva en vigor- había sido más que un acierto, aunque él, además, hubiera limitado la evolución de la bola. Todo se andará.

-Me voy. Quiero darme un garbeo, sentir el viento y repasar algunas notas -sentencia Guille.

No me hace gracia quedarme a solas. Mientras nos despedimos, con la puerta abierta, pasan dos mujeres de unos 60 años, que me miran con ternura. Sospecho que en sus pupilas, en realidad, se refleja un corderito camino del matadero. Súbitamente se me encoge el intestino grueso.

A mi caddie, en fin, lo veo mejor que cuando llegó. Buenas noticias. Tiene esa capacidad de brincar limpiamente del negro al blanco sin avisar. Por si acaso, y para evitar el regreso del tornado Dalila, le animo a cerrar ya el grifo de datos móviles. Quedamos directamente a las 13:00 en el putting green y nos damos un abrazo muy fuerte, no sé bien por qué.

Cierro la puerta y consulto la hora. Son las 10:41. Quedan tres horas y cuarenta y nueve minutos para el despegue. Si alguna vez hubiera imaginado esta precisa y real situación, líder imperial del US Open y a sólo tres horas y cuarenta y nueve minutos de salir a defender una renta de siete golpes en la ronda definitiva, jamás la habría visualizado tal y como se está dando, solo, en una habitación de hotel, recién vestido y desayunado. ¿Dónde está la guardia pretoriana que se le supone a un gran campeón?