Inicio Blogs David Durán Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate

Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate

Compartir
Tiger Woods. © Golffile | Phil Inglis
Tiger Woods. © Golffile | Phil Inglis

– Capítulo uno: Abro los ojos

– Capítulo dos: Jordan sólo decía ‘guau’

Capítulo tres: Intimidades que no deberían contarse

*El aspirante es un relato de ficción escrito por David Durán durante el confinamiento decretado por el gobierno de España por la crisis mundial provocada por el coronavirus Covid-19. Se irá publicando por capítulos mientras dure la cuarentena.

Sigo dando órdenes a Susy, la coqueta y diligente ‘hacedora’ de mi ordenador portátil: muéstrame crónicas, análisis, declaraciones, comentarios… Ya he entrado en materia. Fin del aislamiento. El miedo cede ahora el paso a la curiosidad, aunque de tanto en tanto me recorra un escalofrío la espina dorsal.

Ni siquiera había caído en ello, pero era de ley que el dato se pusiera sobre la mesa. Odiosas comparaciones: hace 32 años, aquí, en Pebble Beach, Tiger Woods salió a jugar la última ronda del US Open con diez golpes de ventaja, tres más de los que hoy disfruto yo, y terminó ganando por quince en una última ronda en la que sopló de lo lindo el viento, tal y como hoy ocurrirá. ¿Comparaciones? En este caso, más que odiosas, son imposibles. Obviamente, no son lo mismo diez golpes que siete. Y aún más obvio: nada tienen que ver Tiger Woods y Chus Urbina, o sea, yo. Hace 32 años, supongo, la cuita era adivinar por cuántos golpes ganaría finalmente Tiger. Hoy, por lo que veo y leo, el asunto a discernir es cuándo y de qué manera voy a venirme abajo el domingo…

Investigo. Aquel sábado de US Open del año 2000, infernal, sólo un jugador bajó del par. Ernie Els. Lo mismo había pasado este sábado, en 2032, con una vasta diferencia: Els firmó un 69; yo, un 62 antológico. De todos modos, por lo que veo, ningún especialista confiere a mi resultado un valor real: sencillamente, se habían alineado todos los planetas del universo. Estamos de acuerdo, para qué vamos a engañarnos.

Aunque Tiger, precisamente él, sale en mi auxilio en declaraciones al World Tour Channel: “nos estamos fijando sobre todo en lo que ocurrió durante la primera mitad de la vuelta de Jesús –Yesus, dice-… Es normal, fue increíble. Cómo pateó, el hoyo en uno… Sin embargo, yo le doy todo el crédito a este jugador por cómo ha jugado los segundos nueve, sacando un parcial de tres menos en un tramo que era un auténtico infierno, pegando casi cada tiro con un viento muy fuerte en contra y cruzado”. Pues tampoco le voy a llevar la contraria.

Es más, Spieth me había dicho lo mismo al terminar: “deberías sentirte más orgulloso de lo que has hecho por los segundos nueve”. Lo estoy, lo estoy, aunque siempre me he manejado muy bien con viento huracanado en contra, siguiendo al pie de la letra el viejo adagio de los grandes maestros: cuanto más viento, más ritmo y más suelto. Además, el campo de Brea de Tajo y las condiciones ventosas en las que allí jugamos tantas y tantas veces, ofrecen muchas oportunidades de ponerlo en práctica.

Me llama Guille, ya sabéis: amigo, paisano y caddie. Dice que no puede dormir. Bendito tú, que has dormido hasta las ocho. Que si se pasa por mi habitación y desayunamos juntos, me propone. Una buena idea.