Inicio Blogs David Durán Capítulo seis: El parné, vil y encantador

Capítulo seis: El parné, vil y encantador

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Rafa Nadal.
– Capítulo uno: Abro los ojos
– Capítulo dos: Jordan sólo decía ‘guau’
– Capítulo tres: Intimidades que no deberían contarse
– Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate
– Capítulo cinco: ¿de verdad seré yo el primero?

*El aspirante es un relato de ficción escrito por David Durán durante el confinamiento decretado por el gobierno de España por la crisis mundial provocada por el coronavirus Covid-19. Se irá publicando por capítulos mientras dure la cuarentena.

Mensaje de Guille. Tiene algún problema con el traslado desde Monterey. Que llegará pasadas la nueve de la mañana y que si, conforme a lo acordado, le espero para desayunar.

Que sí, que te espero.

Estábamos con la estrategia y con el dichoso 76 grabado ya a fuego en el cerebelo. Bien visto, pienso ahora, y con un poco de suerte -¿más suerte, alma de cántaro?- hasta podría ganar con un 77. Y con un 78. Y hasta con un 80, resultado que me llevaría a un acumulado final de -1. No, no es tan descabellado manejar la posibilidad de que el ganador sea el único resultado por debajo del par al final de los 72 hoyos. Todo dependerá de cuánto y cómo sople el viento.

Vuelvo entonces a levantarme para escrudiñar desde la ventana. Esta vez procuro hacer un examen más detallado. Tengo la diáfana sensación de que la intensidad del viento ha ido ligeramente en aumento desde que me asomara por primera vez, recién levantado, hace ya un rato largo. Pega duro. Otro infierno. También confirmo que la dirección parece ser muy similar a la de ayer, Oeste-Noroeste.

Por ahí, vamos bien. Menos sorpresas dentro del caos y algo de trabajo adelantado, con la experiencia del sábado tan reciente en la memoria y las anotaciones frescas en el libro de yardas. En este sentido, Guille es un profesional meticuloso y ordenado. Además, tiene un sexto sentido para calibrar el viento y no son pocas las ocasiones en las que vaticina sus cabriolas caprichosas. Quien crea a estas alturas que está conmigo sólo porque es paisano, anda muy equivocado. Mantener los derechos de juego en el World Tour no es tarea sencilla, así que no puedes permitirte el lujo de dar ninguna ventaja. Guille es joven -tiene 26 años-, pero hay que reconocer que se maneja como un veterano.

Su flanco débil seguramente sea lo franco y directo -hasta lo ingenuo- que llega a ser. Ayer, por ejemplo, terminando de cenar, a los postres, necio y confiado, cometía la torpeza de ponerse a hacer cuentas: todo lo que iba a hacer y a dejar de hacer con el botín de 300.000 dólares que iba a pescar en Pebble, naturalmente después de que yo ganara el US Open. Yuyu. Stop. Danger.

Yo no daba crédito. Tampoco Carlos, que es mucho más que mi agente. Oye, campeón, el cuento de la lechera lo dejamos para mañana, le dijo. Como quiera que hay confianza y la situación era poco menos que delirante, terminamos riéndonos todos. A mí, no obstante, estas cosas no me gustan nada. No es superstición, es sólo que soy así, un fervoroso ‘nadalista’ que nunca da nada por hecho. Si Rafa Nadal llegó a ganar catorce Roland Garros fue precisamente porque nunca dio por hecho el triunfo antes de tiempo, ni siquiera allí, en el Bois de Boulogne, poco menos que el jardín de su casa. Si, una vez finalizada su carrera en el tenis, se hizo profesional de golf y llegó a jugar en el extinto European Tour fue sólo porque aceptó el reto como un imposible…

En fin, seamos honestos: no he ganado yo tanto todavía como para que la apabullante cifra de tres millones de dólares, justo la que se embolsará esta semana el ganador, no me ponga los vellos de punta de tanto en tanto. Por si acaso, y no sé qué es peor, reviso también cuánto se lleva el segundo clasificado. Y el tercero. Y hasta el cuarto. Ay, el parné, vil y encantador.