Inicio Blogs David Durán Capítulo cinco: ¿de verdad seré yo el primero?

Capítulo cinco: ¿de verdad seré yo el primero?

Compartir
Jon Rahm. © Golffile | Ken Murray
Jon Rahm. © Golffile | Ken Murray
– Capítulo uno: Abro los ojos
– Capítulo dos: Jordan sólo decía ‘guau’
– Capítulo tres: Intimidades que no deberían contarse
– Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate

*El aspirante es un relato de ficción escrito por David Durán durante el confinamiento decretado por el gobierno de España por la crisis mundial provocada por el coronavirus Covid-19. Se irá publicando por capítulos mientras dure la cuarentena.

Guille todavía va a tardar en llegar. Tiene que venir desde su hotel, en Monterey. Le espero y mientras tanto sigo ojeando.

Los medios españoles, como cabía esperar, se centran en la posibilidad real de que al fin un jugador español, por primera vez en la historia, gane un US Open después de 132 ediciones, que ya son ediciones.

Jon Rahm había estado más cerca que nadie: además de los siete majors que ya ha ganado, acumula cuatro segundos y dos terceros puestos en este Grande, el único que le falta para conseguir el Grand Slam. Igual que a Sergio García, que se puso a ganar majors con los 43 cumplidos, hasta cinco, que consiguió ganar el British en St. Andrews -igual que Jon, por cierto-, pero que nunca pudo hincarle el diente al US Open.

Alzo la vista y me pregunto: ¿De verdad seré yo el primero? Reconozcámoslo: no estoy muy convencido. Vuelvo entonces a levantarme y lanzo una arenga en voz alta, así, que pueda oírme: que sí, joder, que sí, que lo vas a ganar. Vas a ganar el jodido US Open.

Luego me recreo en las declaraciones de Jon al terminar la vuelta de ayer: “sólo por lo que Chus ha hecho hoy habría que suspender el torneo y dárselo a él. Claro que me gustaría ser el primer español en ganar el US Open, pero las cosas son como son y un 62 en estas condiciones merece pasar a la historia como ganador. Hay que estar ahí, en el campo, para entender que hoy, básicamente, era imposible jugar bajo par, no te digo ya hacer nueve menos”.

Chute de adrenalina. En menos de sesenta segundos repaso los 62 golpes. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once… Hasta sesenta y dos. Y me inflo de puro orgullo rememorando el final: después de salvar un par comprometido en el 17, que estaba terrible con el viento en contra de la derecha, salí del green agarrando fuerte a Guille de un codo, como un psicópata, susurrándole al oído mientras él trataba de zafarse: ahora, por mis santos cojones, hay que hacer como sea el birdie en el 18. Fue decirlo y empezar a hacerlo: madera 3 profunda a una calle azotada por un fuerte viento en contra y de la izquierda; hierro 5 de locura; un PW pleno de compromiso y certero a aquella bandera situada en el lado izquierdo, justo desde donde soplaba el viento; y un putt de metro y medio. Birdie. Sesenta y dos.

Por primera vez afronto las preguntas capitales: ¿con qué estrategia y actitud voy a salir a jugar en este domingo ventoso, teniendo en cuenta la ventaja que llevo al resto? ¿Debo establecer, de entrada, un enfoque agresivo, precisamente para decirle ‘aquí estoy yo’ al mundo, a mi propio miedo, a Lucius Pay y al resto de aspirantes? ¿Es siquiera una opción razonable plantear una actitud agresiva en tales condiciones ventosas, infernales, imposibles? ¿No es mejor, como hicimos el sábado, adoptar una postura absolutamente aislada de todo lo que no sea el rabioso presente, el ahora mismo, estableciendo sobre la marcha la estrategia a seguir en cada golpe, de acorde a las condiciones concretas que se den justo en ese momento?

Entre pregunta y pregunta un pensamiento, un número, aflora y no deja de taladrar mi sien izquierda, perseverante berbiquí. El 76. Si hoy me hago un 76, cinco más en el día, termino -5 y ganó de calle el US Open.