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Capítulo nueve: Negro, de arriba abajo

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© Golffile | Thos Caffrey
© Golffile | Thos Caffrey
– Capítulo uno: Abro los ojos
– Capítulo dos: Jordan sólo decía ‘guau’
– Capítulo tres: Intimidades que no deberían contarse
– Capítulo cuatro: Tiger Woods al rescate
– Capítulo cinco: ¿de verdad seré yo el primero?
– Capítulo seis: El parné, vil y encantador
– Capítulo siete: Como un espectro blanco y difuminado
– Capítulo ocho: Los parias de este circo

*El aspirante es un relato de ficción escrito por David Durán durante el confinamiento decretado por el gobierno de España por la crisis mundial provocada por el coronavirus Covid-19. Se irá publicando por capítulos mientras dure la cuarentena.

 

No le ha sentado muy bien mi comentario.

-Anda Chus, no me jodas -dice, dolido-.

Para quitar hierro, le certifico que no seré yo quien desbarate esos quince días sagrados en Ibiza. Luego trato de arrancarle una sonrisa, aunque nazca de la resignación: si es que en Nochevieja es mejor quedarse en casa. Y otra más: ay, Sansón, que te están rapando al cero -así es: su novia se llama Dalila. No es broma. Se llama Dalila. Por eso el chascarrillo era tan elemental como obligatorio-.

Bromas y veras aparte, algo hay que hacer, porque Guille está verdaderamente descentrado.

-¿Sois los caddies los parias de este circo? De ninguna manera. Tengo la clara y rotunda certeza de que formamos un equipo, cada cual en su sitio. Macho, Guille, te necesito focus.

(La cuestión bien merece un paréntesis: por más que algunos jugadores veteranos se resistieran tradicionalmente a reconocerlo, con mayor o menor guasa, la verdad es que el buen trabajo de un caddie siempre ha sido decisivo, vital. Siempre marcó la diferencia. Y hoy más que nunca: pocos son los que no llegan al círculo de la élite con una formación multidisciplinar, riquísima, que supera incluso a la de los propios jugadores. Es, por ejemplo, el caso de Guille).

Voy a ducharme. Cuando salgo, ya ha recuperado algo de color y prestancia. Además, se ha permitido el lujo, hurgando en mi armario, de extender sobre la cama la ropa que voy a vestir hoy, este día en el que nuestras vidas pueden ciertamente cambiar. ¿Ciertamente? Más bien, con absoluta seguridad: si gano, es obvio; y si no lo hago… ¿Quién no conoce la historia de Van de Velde, jugador estigmatizado desde aquel British en Carnoustie? En el ocaso del pasado siglo el francés salió como líder a jugar la última ronda de aquel British, con cinco golpes de ventaja sobre sus inmediatos perseguidores y con diez sobre el ganador final, Paul Lawrie. Stop. No parece el mejor momento de recrearme en aquello y elevarlo a la categoría de precedente…

Todo de negro, de arriba abajo. Doy el visto bueno, aunque sospecho que mi uniforme no le va a gustar nada al presidente de la Federación Española, Gonzalo Fernández Castaño. Reniega del negro. Está aquí, en Pebble, y ayer, después de felicitarme por el 62, sólo me dijo dos cosas. La primera: no se te ocurra salir de negro mañana, hazlo por mí. La segunda: todo esto está muy bien, la estás liando parda, pero no olvides que el primer español que ganó un US Open fui yo. Es cierto. Démosle al César lo que es del César: cuando se permitió la entrada en el World Tour Senior a partir de los 45 años, él se hartó de ganar torneos, hasta ocho, incluidos dos Grandes, un British y un US Open. Al cabo de tres temporadas se aburrió y decidió presentarse a unas elecciones federativas que ganó de calle.

Afortunadamente, y a pesar del serio intento de algunos pesos pesados de la historia del golf, la gran mayoría de estamentos de nuestro deporte sigue estando de acuerdo en que los majors senior no se suman de igual  manera. Son Grandes, de acuerdo, pero no son GRANDES, así, todo en mayúscula. Después, por supuesto, cada cual está en su derecho de hacer las cuentas como le dé la gana, pero la oficialidad es la que es. Así que no, Presi, de momento sigue sin haber un españolito ganador del US OPEN, así, todo en mayúscula.

Veremos si hoy no la pifio y acabo con la leyenda… negra.