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¿Es posible perder un Open Championship por un golpe al aire? Hale Irwin todavía lo lamenta

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Irwin en el momento del fallo

Viajamos en el tiempo un día más, y aterrizamos esta vez en julio de 1983, en uno de los escenarios más icónicos de la rotación del Open Championship como es Royal Birkdale. Allí se va a escribir una de las páginas más crueles de la historia del golf. ¿Su protagonista? Hale Irwin, uno de las grandes estrellas de este deporte en los años 70 y 80.

El norteamericano llegaba en uno de los mejores momentos de su carrera, había logrado un gran sexto puesto en el Masters apenas unas semanas antes, y volvía a un Open Championship tras tres años de ausencia, con el buen recuerdo del top-10 en 1979.

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Desde el primer día estuvo metido en la pelea por la victoria, arrancando con una vuelta de -2 el jueves que le colocaba en 10ª posición, aunque algo lejos del estratosférico resultado de Craig Stadler (-7).

Ya el segundo día, Irwin subió hasta la quinta plaza con una vuelta de 68 golpes, y recortó dos a Stadler, que seguía líder con -8, esta vez con un solo golpe de ventaja sobre sus compatriotas norteamericanos Lee Trevino y Tom Watson.

Y llegamos al fatídico tercer día, concretamente al hoyo 14, donde Irwin cometió el error más grotesco de su carrera. Tras un buen primer putt que casi entra y que se dejó la bola a apenas 10 centímetros del hoyo, se acercó para completar el hoyo, intentando golpear la bola con la parte trasera del putter.

Es un gesto muy habitual en cualquier jugador de golf, especialmente si la bola está prácticamente colgando del hoyo, pero en este caso la física hizo de las suyas y no hubo impacto sobre la bola, más bien todo lo contrario. Un golpe al aire en toda regla, que obviamente le sumaba en la tarjeta, por lo que salía de ese hoyo 14 con bogey, pero mucho más doloroso que cualquier otro error.

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Esa tercera ronda fue la peor que hizo en aquel Open Championship de 1983, pues terminó con 72 golpes (+1 en el día), lo que le dejaba a cuatro golpes de la cabeza, que ya era en solitario para Tom Watson.

Al contrario de lo que pudiera parecer, esto no hundió al golfista americano, aunque el golf le reservaba todavía un punto más de crueldad. Ese error en el hoyo 14 del sábado podría haber quedado como una simple anécdota, pero Irwin jugó tan bien el domingo que llegó incluso a empatar en cabeza con Watson durante la disputa de la ronda final.

Watson aguantó bien y acabó con una vuelta de -1 para terminar levantando la Jarra de Clarete con un resultado de -9, únicamente uno por debajo de Hale Irwin, que, al ver embocar a Watson el último putt, pensó rápidamente que ese torneo se le había escapado por un golpe al aire.

“Disculpad, he ido a ver los últimos dos putts de Watson en el 18 y después me he echado a llorar,” afirmaba el propio Irwin a los periodistas, instantes después de que Watson cerrara el torneo.

Obviamente, aquello sucedió en la tercera ronda y el resto es jugar a golf ficción, pero en la cabeza de Irwin, y en la de muchos, está la idea de que ese error tan absurdo le privó de ganar un Open Championship, torneo que se le resistió durante toda su carrera.