Inicio Grandes Circuitos DP World Tour Rory, Jon y Tommy: brutal y genialmente previsibles

Rory, Jon y Tommy: brutal y genialmente previsibles

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Rory McIlroy durante la primera jornada del DP World Tour Championship. © Golffile | Fran Caffrey
Rory McIlroy durante la primera jornada del DP World Tour Championship. © Golffile | Fran Caffrey

No suelen asociarse previsibilidad y genialidad. Salvo que la previsión razonable se mueva en los límites de lo sublime. El ejemplo entre los ejemplos, si estamos hablando de golf: durante mucho tiempo ha sido y sigue siendo razonablemente previsible que Tiger Woods finalice entre los diez primeros cada vez que sale a jugar un torneo (en 408 torneos valederos para el ranking mundial que ha disputado lo ha hecho en 225 ocasiones, bastante más de la mitad), lo que no significa que el logro no sea genial, único. Salvaje.

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Previsible era que Rory McIlroy (-8) saliera hoy disparado. Que Jon Rahm (-6) saliera disparado. Que Tommy Fleetwood (-5) saliera disparado. Por ser quienes son. Por el ser el tipo de jugadores que son. Y por los precedentes más cercanos: lo último que han hecho todos ellos ha sido ganar, unos hace más tiempo y otro hace mucho menos.

En este momento, no obstante, es de obligada necesidad incluir en el relato a Mike Lorenzo Vera (-9), el líder en solitario de una Final de Dubai que se ha puesto al rojo casi antes de arrimarse al fuego. Lo suyo, su 63, quizá no fuera tan previsible, pero tampoco resulta muy sorprendente, la verdad. Hace tiempo que viene amagando con dar el gran salto al siguiente nivel.

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Bernd Wiesberger (-2) no tiene cara de iluso, así que parece improbable que siquiera soñara con un camino de rosas por el que transitar esta semana, rumbo a los libros de Historia, pues nunca un austriaco había ganado antes el ranking del circuito europeo. Pero de ahí a encontrarte con que tu compañero de partido, Fleetwood, arranca con un eagle en el hoyo 1, par 4, donde nadie lo había hecho jamás, enchufándola desde la calle… De aquello a esto va un trecho largo, qué duda cabe.

A Wiesberger se le ha visto incómodo. E intranquilo. Primero, porque él se estaba liando aquí y allá más de la cuenta. No arrancaba. Y segundo, porque tanto Fleetwood, sobre todo por los primeros nueve del Earth course del Jumeirah Golf Estates, como Rahm, sobre todo por los segundos, apretaban con determinación y sin mirar atrás.

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¿Cabía esperar que el de Barrika trajera algo de herrumbre en el juego después de tanto tiempo sin competir? Si así fuera, ya se la había sacudido en el tee del 1. Ha estado grande, amplio y paciente. Apenas se ha metido en problemas y cuando de verdad los ha tenido (hoyo 18) sacaba de la chistera un globo delicioso para salvar el par sin problemas y marcharse con una tarjeta limpia de bogeys, una de las dos únicas que se han visto en el día.

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No obstante, Wiesberger no se va a arrugar tan fácilmente. Lo demostró la semana pasada en Sun City y lo ha vuelto a demostrar hoy, sacando adelante una valiosa tarjeta de 70 golpes en un día en el que bien podía haber perdido pie. Cualquier matiz cuenta y el birdie final que sacaba adelante en el 18 para quedarse a cuatro golpes de Rahm puede que sea algo más que un matiz. No extraña nada que sacara ese puño, a falta de 54 hoyos. En fin, la batalla está servida y el mocetón centroeuropeo, más que avisado.

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El austriaco, de todas maneras, lo tiene fácil para ver la botella medio llena. Cualquier Lorenzo Vera iluminado de turno juega a su favor y siempre le quedará una carta bajo la manga, la mejor de la baraja: Rory McIlroy. El norirlandés no puede ganar la Race, pero después de llevarse el cheque de 15 millones de la FedEx Cup tampoco es cuestión de hacerle ascos a los tres kilos que se lleva en Dubai el ganador. Ya les buscará acomodo en la guantera del coche. Si Rory patea siquiera la mitad de bien que lo ha hecho durante la primera mitad del recorrido de hoy, no habrá color (no había putt largo que no entrara o le hiciera corbata). Porque de la madera 3 en el 18, para dejarse casi dado el eagle desde más de 260 metros, mejor ni hablamos. “Seguramente ha sido mi mejor tiro del año”, decía circunspecto nada más terminar. Semejante disparo nunca es previsible, de acuerdo, pero si de alguien cabe esperarlo es de Rory McIlroy.

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