Lucas Glover sufrió un ataque de pánico en el green del hoyo 15 durante el AT&T Pebble Beach Pro Am de 2016. No sabía lo que le pasaba, pero no podía mover el putter. Estaba bloqueado. Ahí tocó fondo. «Tuve un descontrol total de mi cuerpo», recuerda Glover. «Estaba convencido de que podía superarlo mediante la práctica y el entrenamiento. Era mi forma de ser. Pero resultó no ser así». No fue un episodio puntual. Se repitió en el Arnold Palmer Invitational unas semanas después. Los yips, esos movimientos descontrolados y desordenados de las manos que suponen la gran amenaza de los golfistas, habían llegado a su máxima potencia.
Glover, campeón del US Open en 2009, ha sido siempre uno de los mejores ball-strikers del mundo. Básicamente, de tee a green es una maza. Así lo reflejan sus estadísticas. Siempre está entre los mejores en los tiros a green. Este año, sin ir más lejos, es el primero en proximidad al hoyo. Nadie en el PGA Tour las deja de media más cerca que él del agujero. En definitiva, nadie se genera mejores opciones de birdie. El problema está en los greenes. Prácticamente durante toda su carrera ha estado más allá del puesto 130 del PGA Tour en esta estadística.
Competía y se ha mantenido entre los mejores porque su juego largo es una delicia, de lo contrario hace mucho tiempo que Glover habría desaparecido del mapa. Siempre ha tratado de solucionar sus dificultades en los greenes. No crean que miraba a otro lado. Todo lo contrario. Probó todos los putters del mercado, visitó a todos los psicólogos deportivos que aparecen en Google y lo intentó todo. Pero no había manera. Algún fogonazo de vez en cuando, pero al tiempo siempre volvía la oscuridad.
Todo cambió en mayo de este año, tal y como cuenta Golf Channel en un interesante reportaje. El agente de Glover, Mac Barnhardt, lo convenció para que se pusiera en contacto con Jason Kuhn, un brillante jugador de béisbol universitario que tuvo que dejar el deporte de alta competición por los yips y que ahora ayuda a otros jugadores de béisbol a superarlos. La historia es muy curiosa.
Kuhn era un más que prometedor jugador de la Universidad de Middle Tennessee State. Jugaba de lanzador y le encantaba jugarse las bolas definitivas. «Llegó un momento, casi de la noche a la mañana, que ya no era así. Todo cambió. Ya no conseguía hacer buenos lanzamientos bajo presión, eran más bien como bolas de nieve. No podía controlarlo y no fui capaz de arreglarlo», explica a Golf Channel.
Fue entonces cuando decidió darle un giro a su vida. Aparcó el béisbol y probó suerte en los marines de Estados Unidos, en los famosos Navy Seal. Se presentó a las durísimas pruebas de acceso. Eran 134 candidatos para 20 puestos y Kuhn consiguió uno. «Aquello requirió mucha fortaleza mental y ocurrió al mismo tiempo que no era capaz de lanzar una pelota de béisbol. Convertirme en marine me demostró que no podía ser por falta de fortaleza mental», dijo Kuhn. «Había que dejar a un lado la vergüenza y la culpa y entender que le podía pasar a cualquiera».
En mayo de 2023, antes del primer contacto con Kuhn, Glover era el 184º de la FedEx Cup, 147º del mundo y ocupaba el puesto 199º de 204º en la estadística de golpes ganados con el putt del PGA Tour. Básicamente estaba en un pozo. Ahora está en los Playoffs, ha ganado el Wyndham Championship y está a las puertas del top 50 mundial. ¿Qué pasó ahí?
No es fácil de explicar porque se trata de algo muy complejo y muy científico. Lo primero que le dijo Kuhn a Glover fue: «Sé por lo que estás pasando, lo hice en el béisbol y puedo arreglarte, pero va a ser diferente a todo lo que has oído. Voy a llevarte a un lugar diferente». No crean que la primera respuesta de Lucas fue lanzarse a su brazos. Más bien, había escepticismo. Sin embargo, en la primera charla completa, le convenció.
«Le dejo claro a los jugadores que esto no se debe a una falta de fortaleza mental. Presentarse día tras día y competir con los nervios que produce una situación así, tiene mucho mérito. Es más bien como una lesión y seguir compitiendo es una muestra de fortaleza mental. Conocer la vergüenza que conlleva cada día y salir y decir: ‘Voy a afrontarlo’. Eso es tenacidad y fuerza mental», asegura Kuhn.
Aquellas palabras convencieron a Glover. Necesitaba ese empujón de autoestima. «Se trata más bien de una comprensión científica de lo que ocurre. Es más un problema del sistema nervioso central que del cerebro. Nunca me lo habían explicado científicamente», dice Glover. «Lo que más saqué de ello fue que me dijo: ‘Tío, no eres débil mentalmente. Todo lo contrario, ser capaz de competir con esto a ese nivel me dice que eres tan fuerte como cualquiera que haya conocido».
Después de aquellas charlas, Glover jugó el Memorial y falló el corte, sin embargo había descubierto el camino. «Por primera vez en muchísimo tiempo volví a sentirme cómodo en los greenes», señaló. El siguiente empujón se lo dio Brad Faxon, exjugador, entrenador de putt de Rory McIlroy y gran gurú del golf en los greenes. Además, es vecino de Glover. Le recomendó que utilizara el putter escoba y aquello terminó de ser mano de santo. Vio la luz en el Canadian Open con un vigésimo puesto y en los últimos cinco torneos ha terminado cuatro veces entre los seis primeros y ha ganado uno. Casi nada.