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Rahm mantiene el Número Uno del mundo con su decimoquinto puesto en el RBC Heritage

Hay que ver cómo es Jon…

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Jon Rahm. © Golffile | Mateo Villalba
Jon Rahm. © Golffile | Mateo Villalba

Después de un arranque de torneo muy lento, pegajoso, que casi estaba en el guion, y de una segunda ronda eléctrica, al galope, el fin de semana transcurría para Jon Rahm (-11) sin que nada terminara de pasar. Aquel impulso fulgurante y fantástico del inicio de vuelta del sábado, con tres birdies consecutivos, se veía frenado en seco (doble bogey en el hoyo 4) y desde entonces no encontraba la manera el español de volver a despegar. Y así iban pasando los hoyos. Y así se plantaba Jon en el último tercio de la ronda dominical con un parcial de una menos, ni mucho menos malo, tampoco especialmente rompedor…

Hay que ver cómo es Jon. En este punto, el trabajo ya estaba hecho. Y reconocido: el simple hecho de haber jugado el RBC Heritage ya había sido considerado por todos como un gesto impagable. Mucho más después de haber pasado el corte y de embestir con aquel 64 del viernes. “Algo he aprendido esta semana de mis límites (mentales y físicos) porque la semana del Masters fue muy estresante. He visto de lo que puedo ser capaz. Y sólo me faltó gestionar mejor aquella primera vuelta, haber podido meter algún putt más. De ese modo, no sé si hoy habría estado para ganar, pero sí al menos para luchar por un top 5 y estar más en la pelea”, señalaba el vasco después de finalizar la última ronda.

El trabajo ya estaba hecho a falta del último tercio de la ronda final, decíamos, y no le quedaba más que rematar la semana con oficio y, a ser posible, sin meterse en problemas. Pero todavía conseguía el de Barrika reagruparse, en busca de un estirón postrero. Por amor al arte. Por decencia profesional. Por echarse una última mano en el intento de salvar el Número Uno del mundo, a la espera de lo que Scottie Scheffler pudiera hacer. Por lo que ustedes quieran, pero el caso es que el español se fabricaba una gran opción de birdie en el 13 y otra más en el 14, par 3, yendo a por una bandera de mírame y no me toques. Y otra más en el 15, par 5, la única de las tres que iba a convertir. A continuación, tras salvar un buen par en el 16, de nuevo volvía a la carga en el 17, el último par 3, donde volvía a patear para birdie después de pegar un gran disparo desde el tee, con toda la intención, que seguramente no encontraba el premio que merecía, y remataba con un birdie dado en el 18. Jon indómito e insaciable, sea cual sea la circunstancia. Vaya lujo de jugador. Le aguardaba un premio especial, caminando hacia el green del 18, con su bola a apenas dos palmos del hoyo. “La ovación que he recibido en el 18 ya ha hecho que mereciera la pena venir a jugar. En España me ha pasado, pero que me ocurra aquí, en Estados Unidos, valida la decisión de haber venido a jugar”, añadía.

Por detrás, Scheffler había arrancado con birdie en el 1. Sin embargo, después se le iba a rebrincar la vuelta de la manera más tonta, o desde luego de la manera que más escuece. Hasta tres putts de birdie cortos o muy cortos se iba a dejar por el camino, sólo en la primera mitad del recorrido (hoyos 2, 5 y 9). Y luego, como suele ocurrir en estos casos, el asunto rompía por el lado feo, el de los bogeys. Ni el birdie del 16 le dejaba margen al texano de asaltar de nuevo el trono mundial. Seamos claros: nadie merece más que Jon, en estos momentos, ser el Número Uno del mundo, después de ganar cuatro torneos en los que va de año, con major incluido. Casi hubiera resultado grotesco que lo perdiera sin que Scheffler ganara el torneo, algo que bien hubiera podido suceder.

Ahora toca descansar. Y el martes, fiesta en casa al ganador del Masters, organizada bajo el más estricto secreto por Kelley, su mujer. Después, si eso, quizá el viernes se anime a volver a jugar 18 hoyitos (o puede que el mismo miércoles; no lo descartemos, conociendo el paño).

Resultados finales del RBC Heritage