Rory McIlroy ha saltado la banca en el Wells Fargo Championship. El Número Uno del mundo ha reventado todos los registros en la tercera jornada del torneo que se disputa en Quail Hollow. McIlroy se supera a sí mismo, y eso es mucho decir.
Entregó ayer una tarjeta de 61 golpes, la mejor de su carrera en el PGA Tour, la mejor en Quail Hollow, la mejor de su vida deportiva. El norirlandés se coloca líder del torneo, con cuatro golpes de ventaja sobre Webb Simpson, siete sobre Robert Streb y ocho sobre Patrick Rodgers y Brendan Steele.
La exhibición de Rory fue descomunal. Un placer para los sentidos. Realizó once birdies y siete pares. Empezó y acabó con dos pares, por lo que pueden hacerse una idea rápidamente: los catorce hoyos restantes los solventó en once menos, con una secuencia espectacular de nueve birdies en diez hoyos. No es fácil ponerle adjetivos a lo que ha hecho McIlroy. Mejor que los birdies hablen por él. Ayer cazó ocho calles y quince greenes. Es el mejor del torneo de tee a green, de largo. Ha sacado de media más de doce golpes al resto con su juego largo. Una barbaridad.
Ni siquiera necesita ser el mejor en los greenes, donde ha ganado más de cinco golpes al resto, aunque no lidera en este capítulo estadístico. Ayer consiguió meter poco más de 1.3 putts por cada green en regulación. Póngale el adjetivo que deseen. Una barbaridad. Rory McIlroy.
