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¿Qué es lo peor de jugar en Hawái con 56 kilómetros de viento?

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Patrick Reed.

No hay que ser ningún hándicap bajo de golf para saber que hay pocos enemigos más grandes del jugador que el viento. Si además, éste viene con mucha fuerza y acompañado de agua, el asunto puede convertirse en algo tétrico. Así fue la segunda ronda del Sentry Tournament of Champions, definida por Patrick Reed como “un British Open con las calles blandas”. Y así se espera que sean la tercera, hoy sábado, y la cuarta y definitiva mañana domingo. La previsión no afloja. Es más, para el último día las rachas de viento podrían aumentar y dispararse hasta los 60 kilómetros por hora.

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Estas condiciones provocan muchas molestias y una incomodidad extrema al golfista, no obstante, buscando afinar, qué es lo peor de jugar en Hawái con vientos de más de 50 kilómetros por hora. Si le preguntamos a Justin Thomas, probablemente diría que la mayor pesadilla sería ir vestido de blanco antes de pegar un golpe desde la calle haciendo una chuleta profunda y con mucho viento en contra. Dos veces le pasó… Su cara lo decía todo.

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Seguramente, para Patrick Cantlay lo peor es toparse en el tee del hoyo 17 con unos micrófonos indiscretos. El norteamericano soltó la lengua en una charla con Jon Rahm sobre lo desagradable que puede ser jugar en Hawái con esas condiciones. “Veinte años esperando para jugar con el tiempo de Hawái y me toca esto…”, le confesaba a Rahm seguido de algunos improperios fuertes por los que con toda seguridad le caerá alguna sanción por parte del PGA Tour. Su disertación terminó con un rotundo: “menos mal que sólo quedan ya dos hoyos para estar disfrutando de un mai tai en la casa club”.

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Sin embargo, y metiéndonos ya en el meollo serio del asunto, lo mejor para encontrar dónde radica el principal problema para un golfista bajo estas condiciones, es preguntar a Patrick Reed, autor del vueltón del día con 65 golpes y ocho birdies. El campeón del Masters 2018 lo tiene claro y lo cuenta de una manera gráfica. “Lo más duro es estar sobre la bola, echar las cuentas con tu caddie, calcular el viento, la distancia y decidir que vas a pegar un golpe de 119 yardas, conservador, para no pasarte, y de pronto sentir en la cara una racha muy fuerte de viento, más de la que había antes, y pasar de un golpe de 119 yardas a otro de 165. Esa decisión, en ese segundo, sobre si cambias el palo o te mantienes con el que habías elegido, es lo peor”, asegura.

Reed, al final, ha llegado a la conclusión, igual que otros muchos golfistas, de que hagas los que hagas lo importante es la convicción. Si decides que es un golpe de 119 yardas hay que ir a muerte con él. No hay nada peor que no estar seguro de lo que estás haciendo y errar el tiro. El fallo, en estos casos, se multiplica por dos y, sobre todo, frustra una barbaridad, ya que no sólo puedes ‘echarle la culpa’ al viento.

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Precisamente, Reed hacía otra confesión interesante ayer tras su ronda. La primera jornada no le fueron bien las cosas, le mandó un vídeo a su entrenador y consiguió ajustarlo con su ayuda desde la distancia. El problema estaba en el ‘tempo’ del swing. Se había acelerado mucho por querer ‘romper’ la bola… ¿Y saben por qué? “No me había dado cuenta de que las calles, con las remodelaciones que se han hecho, estaban mucho más blandas que el año pasado y, por tanto, no entendía porque me estaba quedando tan corto. Eso provocó que fuera a darle cada vez más duro y perdí el ritmo”, explicó.

Hecho el ajuste, Reed en la segunda ronda dejó de obsesionarse con los metros y pensó únicamente en dar un buen golpe sin pensar demasiado la distancia o el palo que tenía en las manos. Pequeños detalles que pueden suponer hasta seis golpes de diferencia entre un día y el siguiente.

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