Jon Rahm (-5) no ha vivido precisamente una jornada festiva en el Stadium course del TPC Scottsdale. Un buen puñado de wedges que no terminaban donde debían, unos cuantos putts más bien cortos que no encontraban el hoyo, algunos drives puntuales que no encontraban la calle, aunque en esta parcela se ha mantenido muy sólido en líneas generales… Y otros tres pares 5, todos los del recorrido, a los que no conseguía hincar el diente, igual que el jueves. Toda una tupida maraña de contrariedades que tenían al español anclado, pero que no impedía que su segunda ronda en el Phoenix Open se saldara con un más que aseado y decente registro de 70 golpes. Voilà.
Asistimos de nuevo, encarnada en el español, a la Paradoja de Tiger. Aquellas jornadas del monstruo de Cypress en las que trajinaba incómodo, sudando tinta, sufriendo incluso para sacar adelante algunos pares, y que sin embargo se cerraban con un registro por debajo del par y con buena parte de sus opciones (al triunfo, por supuesto) intactas, por no decir todas.
El Stadium course tampoco invita hoy al despiporre, vaya por delante. Banderas esquivas y con mala baba, como tiene que ser. Y unos greenes tan firmes y rápidos que gastan malas pasadas en cuanto uno se descuida, así que abundan los putts de vuelta de más de un metro, esos que provocan ligeros escalofríos. Jon ha tenido que enfrentarse a unos cuantos, por ejemplo. No estaba a gusto. Y sin embargo…
Sin embargo, el vasco bien podía haber cerrado la vuelta (terminaba por el hoyo 9) con tres birdies en los últimos cuatro hoyos. En el 6, de hecho, lo convertía. En el 7, par 3, no aprovechaba una opción razonable; en el 8 tiraba un putt de diez metros que dejaba la bola casi asomada al hoyo; y en el 9, desde un bunker de calle, pegaba un tirazo y disponía de una postrera y magnífica opción de birdie desde algo menos de dos metros, pero la bola se marcaba una corbata de trescientos grados con tal de no terminar en el fondo del agujero.
De acuerdo. Es posible que Tiger, en su bendita paradoja, hubiera sacado más partido a este final de vuelta. Pero nos entendemos. A los grandes campeones de golf se los identifica con mayor nitidez en las jornadas ásperas y Jon Rahm acostumbra a sacar adelante rondas pejigueras, afortunadamente. Cuesta imaginar que vaya a mantenerse virgen esta semana en los pares 5. O que no enchufe algún putt más de media o larga distancia. A partir de esta premisa, todavía tiene abiertas de par en par las puertas de este triunfo que tanto ansía.
De momento, una vez finalizado el turno matutino de juego, le ha salido un rival duro en lo alto de la tabla. Patrick Cantlay (-9), ni más ni menos. El californiano parece estar siempre al quite. Nada que por otro lado sorprenda demasiado: al final, algunos de los mejores, algunos de los grandes cracks, están siempre al quite. El joven estadounidense Sahith Theegala (-12) todavía no acredita los galones necesarios como para considerarlo de tal exclusivo grupo, pero ahí sigue, líder después de 36 hoyos, dispuesto a colgarse medallas y a ganarse el respeto cuanto antes. Está desatado (hoy, vuelta de 64) y ahora resta ver cómo le sienta un partido estelar de sábado en un torneo de calado tan profundo.
Por su parte, se han quedado ya fuera del corte Tony Finau, Francesco Molinari o Harold Varner III, reciente y brillante ganador en Arabia, que aún tendrá que esperar un poquito más para cantar su primer triunfo en el PGA Tour.
