El golf es inescrutable. ¿Había preparado Cameron Smith (-13), ganador arrollador del THE PLAYERS, el tiro en el 17 tal y como salió, picando la bola en un pasillo angosto y prohibido, el que separa del agua a esa bandera de última jornada por su flanco derecho, para dejar el birdie dado? Lo más probable es que no. Podemos dar por seguro que no.
¿Podía alguien sospechar que Smith llevase de dos su bola al agua en el 18, después de mandarla de salida a la pinaza del lado derecho? Lo más probable es que no. Seguro que no. Aquella bola podía ir a todos lados menos al agua, porque el australiano tenía ya a esas alturas más de medio torneo en el bolsillo y ya se aseguraría él de no meter en la ecuación el doble bogey bañándose en el lago y poner así en riesgo el triunfo… Y allí se fue. Mansamente al lago.
Qué importaba nada. Tenía que salir así, tenía que poner la carne de gallina a media Australia (en el 17 y en el 18), tenía que ser y significar, lo del 17 y lo del 18, el brillante y emocionante colofón a una ronda de golf memorable de este inclasificable jugador, de aspecto taciturno y maneras de ‘criminal’ de los greenes (42 greenes a un solo putt esta semana, récord absoluto de la historia del THE PLAYERS). Porque después de dropar a 59 yardas de la bandera del 18, se supone que al borde mismo de la taquicardia, armaba un fabuloso disparo con un wedge, una maravilla de aprochito con el que a punto estaba de embocar y salvar el par y que prácticamente le dejaba dado el bogey, resultado suficiente para ganar si Anirban Lahiri (-12) no hacía el birdie en el último hoyo, como así ocurrió. Vaya, vaya con el indio, por cierto: quienes dábamos por hecho que no aguantaría el tirón en la ronda decisiva desde luego estábamos muy equivocados…
Apenas ha jugado Smith cinco torneos en este 2022 y suma ya la segunda victoria del año, después de aquella otra en el Sentry Tournament, obtenida con un acumulado de -34 en dura pugna con Jon Rahm, los dos desatados. Entonces ya quedó suficientemente enfatizado el hecho de si aquel duelo, aquella victoria en Hawai, no habría significado su determinante asalto a la primera dimensión del golf mundial, con la que antes había coqueteado, sin llegar a conquistarla. Hoy, en Florida y en el torneo más importante del calendario sólo por detrás de los Grandes, queda más que confirmado y subrayado, entre otras cosas porque mañana mismo Cameron estrenará en su palmarés y listado de logros el Número 6 del mundo.
El australiano, que salía a dos golpes del liderato en la ronda final, firmaba hasta cinco birdies en los primeros seis hoyos del Stadium course, revelándose ya desde ese momento, es obvio, como principal candidato. Sería injusto atribuirle todo el éxito a su temple en los greenes, a ese modo maravilloso de balancear el putter, a los dos pares que luego salvaba en los hoyos 14 y 15, oportunísimos, porque Smith es mucho más que eso. Es cierto que se ha convertido en el campeón del THE PLAYERS que menos calles ha necesitado coger en el TPC Sawgrass para ganar (menos del 50 por ciento), un dato que resalta todavía más el logro, pero Cameron Smith es también, además de un extraordinario pateador, un certero cazador de banderas, agresivo como pocos, un tipo que en el campo responde más a la imagen de pistolero impío (¿no recuerda su aspecto una barbaridad a las fotos sepia de Billy el Niño?) y que cuando compite nada tiene que ver con aquella otra realidad, la del veinteañero introvertido y reservado que proyecta fuera de las cuerdas o ante los medios, tentado de echarse a llorar emocionado en cuanto nombran a su caddie o a algún familiar.
Sigue el THE PLAYERS vedado para el golf inglés. Paul Casey (-11), compañero de partido del ganador, ha estado en la pelea hasta el final, pero la máquina de hacer birdies se le gripaba en el último tercio de la vuelta. Sin embargo, en Australia se frotan las manos cuando llega esta semana. Smith es el quinto ‘aussie’ que gana el torneo, después de Elkington, que lo hizo dos veces, Norman, Scott y Day. ¿Casualidad? Bueno, es que en aquellas latitudes se crían fantásticos golfistas, curtidos muchas veces en campos muy exigentes.
Smith solventaba los problemas serios (bogeys consecutivos en los hoyos 7, 8 y 9) con otro poker de birdies a continuación (hoyos 10, 11, 12 y 13), como si los tropiezos no hubieran sido más que accidentes y aplacando así, sin dar tiempo a que la incertidumbre tejiera su red, el empuje de los Viktor Hovland (por momentos pareció que podía quitarle a Jon el Número Uno del mundo), Keegan Bradley, el propio Casey y, por supuesto, Lahiri, que iba a lo suyo en el partido estelar, siempre metido en la pelea que importaba, muy fino alrededor de los greenes y capaz de entregar un notable 69, aunque no fuera suficiente.
Y mientras Smith, todavía en el campo, comenzaba a tener muy claro que sí, que podía y debía ganar el THE PLAYERS, en el otro lado del campo, terminando por el hoyo 9, un tal Dustin Johnson (-7) abrochaba un eagle final para firmar un 63 y meterse en el top ten final. Así, como quien no quiere la cosa.
NOTA ACLARATORIA: cuando esta crónica andaba ya a punto de caramelo, casi lista para ser editada y catapultada a la nube, Cameron Smith atendía a los periodistas en la rueda de prensa del ganador y respondía a la pregunta que abría: “en el 17 estaba apuntando tres metros a la izquierda de la bandera, mentiría si dijera que no me salió ‘pusheada’”. Pues eso.
