Han pasado ocho años y un día desde que Jordan Spieth ganara el Valspar Championship (15 de marzo de 2015), batiendo en un play off final a Patrick Reed y Sean O’Hair. Era la segunda victoria del texano en el PGA Tour y, aunque venía ya apuntando muy alto, ni el más optimista de sus fans sospechaba la que se venía encima…
Porque aquella victoria en el Copperhead course del Innsbrook Resort (Palm Harbour, Florida) era la primera de las cinco que sumaría aquel año. Semanas después, por ejemplo, Spieth arrasaba en el Masters, su primer Grande; acto seguido, también ganaba el US Open… En fin, anduvo también cerca de llevarse el Open en St. Andrews (4º) y el PGA Championship (2º), para completar un año de majors glorioso. Todo le iba rodado al yerno perfecto de América.
Y tan rodado. Aquel Valspar de 2015 lo iba a abrochar embocando un putt de unos nueve metros, con abrupta caída de derecha a izquierda. Cómo le corría la bola al texano. Y qué manera de enchufar. Hoy, primera jornada del Valspar 2023, Jordan se ha colocado ahí arriba con una tarjeta de 67 golpes libre de bogeys, cuatro menos en el día, a un solo golpe de los colíderes, Ryan Brehm (-5), Adam Schenk (-5) y Stephan Jaeger (-5). Hace ocho años, semejante arranque de Spieth, en el torneo que fuera, casi nos aseguraba su presencia hasta el último suspiro entre los candidatos al triunfo. Hoy han cambiado un poco (un mucho) las cosas. El texano se las sigue arreglando para hacerse notar, no en vano es Número 14 del mundo y hace algo menos de un año ganaba el RBC Heritage, su último triunfo; además, en 2023 ya se ha asomado en citas de altos vuelos como Phoenix y Arnold Palmer, donde obtenía muy buenos resultados (6º y 4º). Pero su golf chispeante y arrebatador también se baña por momentos en lagunas tenebrosas.
Hoy, en el puñetero Copperhead course (lo de puñetero, en el mejor de los sentidos, pues se le puede atragantar al más pintado), ha sufrido un poco desde el tee (solo cogía cinco calles), pero se ha gustado en los greenes, igualito, igualito que en aquel disparatado 2015. Sin ir más lejos, embocaba un putt de unos 17 metros en el hoyo 15 para convertir su segundo birdie del día (había salido por el 10). Y otro de unos diez metros en el 6 para cerrar la cuenta. Pero, sobre todo, tal y como él destacaba al finalizar la vuelta, embocaba otros tres putts desde distancias que iban del metro y medio a los dos metros y medio, para salvar pares, que de verdad le daban la vida. “Una ronda sin bogeys en este campo no es algo que vayas a hacer todos los días, estoy muy contento. Siento que mi trabajo con el putter va estando como quiero que esté y hoy he embocado algunos putts de 4 a 8 pies que mantuvieron la ronda viva”, señalaba.
No nos engañemos. Hoy, como ya se ha apuntado, Spieth no goza de la confianza burbujeante y festiva de hace ocho años, pero este tipo se ha mostrado fuerte y paciente cuando han venido mal dadas y no seremos nosotros quienes descartemos que pueda de nuevo poner el mundo a sus pies.
