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Sergio pasó el corte cuando el sol ya se ponía en Chambers Bay

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Nick Hardy es un jugador amateur estadounidense de 19 años que se había ganado la presencia en el US Open a través de las fases de clasificación. Y este viernes venía jugando en el último partido del día, luchando como un campeón y a brazo partido por cumplir un sueño: pasar el corte y ganarse dos días más en Chambers Bay, disfrutar de la experiencia en toda su amplitud…

Cuando el sol se ponía sobre Chambers Bay (eran las seis y cuarto de la mañana en la Península Ibérica), Hardy embocaba un putt de medio metro para firmar un bogey en el hoyo 9 y, no obstante, conseguía pasar el corte y de paso metía con este tropiezo a un buen puñado de jugadores que habían terminado con un acumulado de +5, entre los que se encontraba Sergio García. También andaban por ese alambre Ángel Cabrera, Monty, George Coetzee, Jimmy Walker, Webb Simpson, Ian Poulter o Camilo Villegas, entre otros.

Hardy, a su manera, ha mantenido viva una particular racha del golf español que acababa de cumplir 19 años, puesto que la última vez que no hubo ningún español en el fin de semana del US Open fue en la edición de 1996, en Oakland Hills. Lo cierto es que aquel año ningún español pasó el corte, en efecto, pero porque ningún español jugó el US Open.

Miguel Ángel Jiménez (+8) no ha podido aferrarse al ‘efecto Hardy’ después de una jornada pestosa en la que, cuando pudo, no le salió nada. El malagueño ha pagado muy caro un comienzo de segunda vuelta demasiado accidentado (parcial de cinco arriba por sus primeros seis hoyos) y, aunque después se estabilizó, dando muestras de paciencia y creándose unas cuantas opciones de birdie, no fue capaz de embocar ni un solo putt en el momento oportuno. En la recta final otra serie de bogeys lo dejaban fuera de juego. Nada que por otro lado no le haya pasado a muchos en el turno vespertino de juego, lidiando unos greenes más que bravos, ingobernables, que llegaban a transformar el juego en una lotería macabra.

Sergio, por su parte, obtuvo en el último suspiro de la jornada, con la carambola de Hardy, el premio merecido a una vuelta muy trabajada, pero tan desesperante como estéril. Porque no se puede decir que el castellonense no estuviera metido. Antes bien, se le vio en faena hasta el último putt, tratando de aceptar los errores y las perrerías con el mejor talante posible y, sobre todo, sin salirse de ese punto necesario de concentración. Cumplió con notable desde el tee y tampoco estuvo mal con los hierros en la mano, pero el putter volvió a traicionarlo (37 putts en la segunda ronda y ya suma 70). Tampoco es que anduviera perdido en los greenes, porque tiró putts más que decentes. Sencillamente es que sus tiros no entraban de ninguna de las maneras.

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