Inicio Grandes Circuitos ¿Está el juego corto valorado como se merece en el mundo profesional?

¿Está el juego corto valorado como se merece en el mundo profesional?

Compartir
Patrick Reed en la jornada final del WGC México Championship 2020. © Golffile | Ken Murray
Patrick Reed en la jornada final del WGC México Championship 2020. © Golffile | Ken Murray

La victoria de Patrick Reed en México y, sobre todo, su impresionante despliegue con el juego corto, que resultó clave para conseguirla (45 greenes a un putt durante la semana y 22/28 recuperaciones efectuadas), es un pretexto pintiparado para reabrir un viejo debate a través de una pregunta. ¿Qué importancia atribuyen los jugadores al juego corto en su quehacer diario y, por tanto, en la distribución de los tiempos durante las sesiones de entrenamiento?

Lo del juego corto de Reed en México no se había visto en los últimos 30 años

A bote pronto, da la sensación de que el juego largo ocupa y preocupa mucho más a los profesionales de élite, lo que por otro lado tiene una explicación lógica, pues sin un juego de tee a green razonablemente ordenado no hay manera de producir buenos resultados con cierta regularidad o consistencia.

Si entendemos por el juego corto sólo el que se realiza alrededor del green (a no más de 25 ó 30 metros, por establecer un baremo), no hay más que ver trabajando a los jugadores durante las semanas de torneo (e incluso cuando entrenan en su campo, entre torneos) para comprender que hoy en día es la parcela a la que menos importancia se concede, obviando por supuesto el putt, que sí se trabaja a conciencia. Otra cosa sería incluir en el concepto de juego corto los tiros de cien metros para abajo, a los que el profesional sí dedica más tiempo en la calle de prácticas (menos, en todo caso, que a los hierros medios y largos y a las maderas). La calle de prácticas y el putting green están llenos, para entendernos, y no tanto la zona de entrenamiento del juego alrededor de green.

CRÓNICA: Si usted no le desea lo mejor a Reed, no se lo haga saber…

La labor periodística en la zona de entrega de tarjetas de los torneos nos deja también otro punto para la reflexión. Son muy pocos los casos en que los jugadores, a la hora de analizar la vuelta que acaban de terminar, incluyen la parcela del juego alrededor de green como un factor decisivo o importante en el resultado, ni para bien ni para mal. Hay excepciones, por supuesto, pero no dejan de ser eso, excepciones. Lo normal es que el jugador, en su análisis, conceda un peso capital a los errores o aciertos en el juego de tee a green, y no tanto al juego corto, cuya importancia decisiva queda reducida en su relato al acierto o desacierto con el putter.

Es un reflejo también de los nuevos tiempos, tal y como señala José Manuel Lara, profesional comentarista de Movistar Golf, canal en el que además imparte lecciones en el espacio ‘Lara Academy’. “Tengo la clara sensación de que antes se trabajaba más el juego alrededor de los greenes. Creo que la evolución en los materiales tiene que ver en ello, porque es cierto que hoy en día los jugadores cogen de media más greenes en regulación”.

Diez aspectos esenciales para entender el nuevo circuito mundial

Sería una necedad negar la importancia (y preponderancia) del juego largo. Se puede y se debe insistir en ello: ningún profesional, por regla general, podría ganarse la vida, vamos a decirlo así, cogiendo siete u ocho greenes en regulación por vuelta de modo sistemático. Ni el mejor juego corto del mundo podría aguantar de forma continuada semejante desaguisado.

Pero la realidad dicta también otros datos fríos y contundentes. El canadiense Corey Conners fue el mejor en la estadística de greenes en regulación del PGA Tour en la temporada 2018-19 con un porcentaje del 73,06, o lo que es lo mismo, cazando una media de trece greenes en regulación por vuelta (13,15 para ser exactos). Esto, no lo olvidemos, son los datos del mejor. Si Conners, de media, tuvo que afrontar unas 20 recuperaciones alrededor de green en cada torneo, no es osado plantear que lo normal, incluso en una semana notable de juego largo, es que un profesional se vea en dicha situación entre 20 y 24 veces por torneo, como mínimo. “A la hora de la verdad, también se fallan greenes en regulación incluso pegando tiros buenos a banderas que no son sencillas. Y es en ese momento cuando el juego corto te saca de un apuro y puede marcar un domingo la diferencia decisiva entre el ganador y el resto”, apunta Lara.

Sergio García se cuela en un selecto club de ganancias en el PGA Tour

Hay otro factor referente al juego corto que no aparece en ningún caso en la estadística de greenes en regulación y que decide también torneos: los aprochitos en los pares 5 a los que se ha intentado llegar de dos a green sin llegar a cazarlo, una circunstancia de lo más habitual en el golf profesional. Esos birdies dados o casi dados, en lo que un buen juego corto puede echar una mano decisiva al putt, además de restarle presión, valen su peso en oro al final de la semana.

Por tanto, si tenemos en cuenta que un profesional juega entre 12 y 16 pares 5 en un torneo, y que lo normal no es precisamente dejarla de dos en green, no es en absoluto osado concluir que al final de un torneo se haya enfrentado a cerca de treinta situaciones en las que tiene que aprochar alrededor de los greenes, bien sea para salvar pares o sumar birdies. Una conclusión real y legítima sería establecer que en 28, 29 ó 30 hoyos de los 72 que completan un torneo, el juego corto tenga mucho que dar o quitar a un profesional, y estamos por tanto hablando de un porcentaje que se sitúa en torno al cuarenta por ciento del total de los hoyos… Formulemos entonces la pregunta de otro modo: ¿le atribuyen los profesionales al juego corto en su quehacer diario la importancia que de verdad tiene y son completamente conscientes de los réditos que puede darles?

Rahm se coloca Número Dos del mundo antes de otra gran celebración

Phil Mickelson, por ejemplo, lo tiene muy claro. Aprovechando su presencia en el torneo de Arabia, Tengolf le preguntaba al respecto a su hermano Tim, que actualmente ejerce como caddie del de San Diego. “Si su juego corto está bien, no lo entrenamos más que el driver o los hierros. Pero de media, si él practica cuatro horas al día, tres horas las dedica a los golpes de 100 yardas hacia abajo, y esto incluye el putt y el chip. Más o menos pasamos una hora en la cancha de prácticas con el driver, pero el resto, la mayoría, es de cien metros hacia abajo. Diría que Phil le dedica un 75 u 80 por ciento del tiempo de entrenamiento al juego corto, incluyendo ahí los tiros de 100 yardas hacia abajo y el putt”.

La experiencia es un grado y es obvio que Phil Mickelson, a la hora de establecer su propia ecuación de trabajo, dedica más tiempo a afilar sus virtudes que a mejorar sus defectos, lo que no significa que no dedique más atención al driver, por ejemplo, en momentos puntuales. Por si acaso, Tim Mickelson también se refería a Jon Rahm, a quien desde luego conoce bien: “en el caso de Jon creo que aún sería más acentuado, pues en cuatro horas de trabajo, a lo mejor dedica tres horas y media al putt y al juego corto”. A ninguno de los dos les va mal esta fórmula. Tampoco le va muy mal a Patrick Reed, un jugador que también dedica mucho tiempo al entrenamiento del juego corto.

Blog de David Durán | Pues sí, Jon ya ha amarrado la Ryder…

José Manuel Lara, por su parte, establece este reparto equitativo: “si yo tengo tres horas por delante de trabajo, una buena distribución del entrenamiento sería estar una hora en la calle de prácticas, incluyendo en esa hora el trabajo con los wedges, otra hora de juego corto puro y duro, aprochando alrededor de green, y otra hora en el putting green”.