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Si usted no le desea lo mejor a Reed, no se lo haga saber…

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Patrick Reed posa con el trofeo de ganador del WGC México Championship. © European Tour
Patrick Reed posa con el trofeo de ganador del WGC México Championship. © European Tour

Patrick Reed (-18) se ha llevado el WGC México Championship y entra de este modo en el exclusivo club de los jugadores que han ganado al menos dos campeonatos del mundo. Se mantienen, por tanto, dos tradiciones. Una de nuevo cuño, como es que un estadounidense gane siempre en México; otra con mayor solera y que por desgracia afecta a las aspiraciones del golf español en los World Golf Championship, coto privado en el que la Armada sigue sin cantar victoria. Jon Rahm, que finalizaba en una meritoria tercera posición, ha estado más cerca de lo que dicta el resultado final, alcanzando incluso el liderato durante esta última ronda dominical, cuando el viernes, a mitad de jornada, estaba hundido en la tabla, a casi quince golpes del liderato.

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A Reed le ha valido con una ronda de 67 golpes para imponerse por uno a Bryson DeChambeau (-17) y por tres a Jon Rahm (-15) y Erik Van Rooyen (-15). Lo ha hecho después de encadenar hasta diez pares consecutivos entre los hoyos 2 y 11, tramo en el que bien pudo decir adiós a todas sus opciones, pero no lo hacía, gracias a una de sus grandes cualidades, un afilado y certero juego alrededor de los greenes. Ya ven, en la era de los pegadores, cuando hay quien incluso defiende que la excelencia en el juego corto terminará siendo poco menos que un adorno marginal, aparece Reed para dar otra exhibición en esta parcela y llevarse todo un WGC.

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Entre los hoyos  2 y 11, en efecto, el texano sacaba adelante hasta cuatro recuperaciones, alguna realmente peliaguda, que lo mantenían en la primera línea de los aspirantes, camuflado y a la espera de dar el golpe definitivo, que vendría en el momento más oportuno, cuando los demás se habían quedado sin margen de maniobra, con birdies en los hoyos 15, 16 y 17. Pero es que a lo largo y ancho del torneo Reed ha sacado adelante casi un ochenta por ciento de las recuperaciones alrededor de green (22/28), por no hablar de la ingente cantidad de birdies que consigue en los pares 5 desde los alrededores de los greenes y, en el Club de Golf Chapultepec, en algunos pares 4 cortos. Este domingo, sin ir más lejos, conseguía de este modo tres birdies (hoyos 1, 12 y 15), redondeando así un recital majestuoso de juego corto.

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Queda claro que Reed es, de alguna manera, un jugador a la antigua, pues tiene un juego corto afilado, escaso o nulo interés por el glamur en la vestimenta y otros aditivos ‘fashion’ y, además, gasta un calendario bien cargadito que supera de largo los treinta torneos al año. Muy mal no le va. Le sobran algunos paseos por la cuerda floja del reglamento y del temperamento, también es cierto. Vamos, que se le ha visto demasiadas veces en el ojo de la polémica. Pero, como contrapeso, muestra un espíritu indómito, el de los desarraigados, siempre en permanente estado de reivindicación, que sin duda ha sido clave en su éxito. Digámoslo de otro modo: si usted es de los que no le desean lo mejor a Patrick Reed, no se lo haga saber, porque se crece y da lo mejor de sí mismo cuando se siente señalado o en la picota.

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Ahí, en la picota, lo habían situado Brooks Koepka y Peter Kostis (veterano analista televisivo y profesor de golf) en los días previos al torneo, recordando algunos pasajes más o menos turbios de su biografía competitiva. Ahí se vio en el Augusta National en 2018, cuando la afición se decantó el domingo en favor de Rory Mcilroy y fue él quien se enfundó la chaqueta verde finalmente. O en el pasado Farmers, donde le llovieron los insultos desde el otro lado de las cuerdas (tramposo, le decían), y terminaba en una más que notable sexta posición. No, a Reed, por las bravas, no lo tumbas. Otra cosa es que, en efecto, él deba cuidar más su relación con las reglas, dicho así, de un modo pedante, y que de tanto en tato, mientras se empeñe en hacer cosas raras (mejorar la posición de la bola, por ejemplo) se merezca algún tirón de orejas o las penalidades que correspondan.

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Jon Rahm había cumplido con el primer y decisivo requisito en su intento por culminar su imposible remontada, como era producir otro arrebatador arranque de vuelta, con cuatro birdies por los primeros cinco hoyos. Después, en el tramo intermedio de la vuelta, se le enfriaron los hierros y, en la carga definitiva, la que siempre se espera de él y en efecto de nuevo produjo, el putter no terminaba de carburar a pleno rendimiento, porque bien pudo haber hecho eagle en el hoyo 15, birdie en el 16 y un nuevo birdie más en el 18 desde distancias más que razonables. No pudo ser, pero de nuevo debe reconocerse que se hace imposible reprocharle nada a este jugador, todo un prodigio de coraje y amor propio (del talento, ni hablamos).

La gran sorpresa del domingo, de todos modos, la protagonizaba indiscutiblemente Justin Thomas (-13), líder al inicio del día, que cerraba una jornada final cuajada de errores, sobre todo desde el tee, para entregar un gris 73. Tampoco Rory McIlroy (-14) mostraba su mejor versión, aunque a este jugador se le caen de los bolsillos los registros de 68 golpes, incluso cuando parece que viene agobiado y sufriendo. Por momentos pareció que el torneo era de DeChambeau, que entre el hoyo 6 y el 14 había sumado la friolera de siete birdies, pero Reed se lo birlaba en último tercio de la ronda, que es donde de verdad se rematan las faenas.

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