José María Olazábal no quiere ni oír hablar de que está mermado. Se le revuelve el estómago sólo con escuchar una mínima mención a sus molestias en el pie derecho…
El asunto no es que no le duela. El tema es que tiene más motivos para sonreír que para quejarse.
El doble campeón del Masters ha llegado a su gran cita con Augusta con el juego en orden. Saldrán las cosas mejor o peor durante la semana, quién sabe, pero la realidad es hay algo que ha hecho clic en su cabeza y en su swing.
Una persona de su entorno más próximo aseguraba esta semana lo siguiente:
«hace sólo unos días me dijo: lo tengo, ya lo he encontrado». Olazábal tenía una sonrisa de oreja a oreja y se refería a algo que lleva mucho tiempo buscando en su swing. Andaba desesperado con su juego desde el tee, especialmente, claro, con el driver. Alguna jornada había conseguido cuadrarlo, pero en líneas generales, era lo opuesto a la solidez. Han sido horas y horas de prácticas, bolas y bolas, un cubo tras otro, y al fin ha encontrado el premio. Eureka.
Olazábal se siente a gusto y eso se traduce en que se le ha puesto cara de Masters. Tiene los cinco sentidos puestos en el torneo. Serio y concentrado. Su pie es lo de menos. Además, el diagnóstico lo dejó más que tranquilo. Había cierta inquetud porque se desconocía el origen real de la lesión. Pues bien, apaguen todas las alarmas. Chema sufrió una fisura por estrés en un metatarsiano del pie derecho mientras trataba de correr a quince kilómetros por hora en una cinta de un gimnasio durante el pasado Honda Classic. Eso le hizo perderse el Open de Andalucía, sin ir más lejos, y lo ha tenido casi un mes fuera de juego.
Ya se encuentra mucho mejor, aunque la lesión es lo de menos. Pregúntenle al swing. Hacía 24 años que Olazábal no decía: «señores, lo he encontrado».
