Aunque él no sepa nada del asunto, es un honor tomar la alternativa de manos de un periodista que lleva 65 ediciones consecutivas del Masters a sus espaldas. Dan Jenkins, desde 1951 fiel a la cita en el Augusta National.
Texano, de Fort Worth. Texano, como Ben Hogan, a quien considera el mejor jugador que jamás vio, aunque sienta siempre la obligación moral de añadir a Jack Nicklaus y sus 18 grandes. Precisamente Hogan ganó aquella primera edición del Masters que él cubrió como periodista. Cuando el abatido árbol de Eisenhower, plantado como un retoño a finales de los veinte del pasado siglo, apenas si molestaba desde el tee del 17, con un tronco que en aquel 1951 no cubría dos palmos de mi mano (literalmente: en la entrada de la casa de prensa se exhibe hoy un corte del tronco y se señala con un gráfico superpuesto el grosor del tronco año a año).
Texano. Como Jordan Spieth (Dallas, 1993). «Es increíble como jugador», asegura. Y puntualiza rápido como un rayo: «y buena persona». Da la sensación de que a estas alturas de su vida, cumplió los 85 el año pasado, es lo que más le importa. Buenas personas. Si además juegan bien al golf…
A Jenkins no dejo de encontrármelo en un pequeño recodo exterior donde los fumadores rumiamos humos. Lleva siempre un Capri en la boca, un cigarrillo fino y elegante, y va a ser cuestión de cambiar de marca, porque este hombre parece fresco como una lechuga.
A ver si todavía me da tiempo a preguntarle si Bobby Jones le desveló el secreto del golf, porque a mi juego le hace falta un revulsivo.