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El secreto que ha descifrado Sergio, vital para hacer buenas sus opciones

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Todas las posibilidades de victoria de Sergio García en la 81ª edición del Masters, que obviamente son muchas saliendo de líder después de 54 hoyos, pasan por un requisito primero, que no es otro que el de tomarse la jornada de domingo como un apasionante reto. Vivirlo, no padecerlo. Y al respecto ya se puede adelantar que todos los indicios son magníficos. Por desgracia, nada de ello asegura el triunfo. Pero lo hace posible.

¿Qué indicios son esos? Destaquemos al menos cuatro:

1. Lo que se está viendo en el campo en los tramos de vacas gordas (hay que celebrar, aunque sea con mesura, hasta los malos golpes con final decente, que también los hay).

2. Lo que se está viendo en el campo en los tramos de vacas flacas (la queja como reacción lógica, pero instintiva, no interiorizada al estilo de ¿qué he hecho yo para merecer esto?).

3. La lucidez y el arrojo que demuestra, nacidos del equilibrio e indispensables para realizar, por ejemplo, el aprochito a 25 metros de la bandera en el 15, o aquel otro a ras de suelo en el 16, desde fuera de green…

4. Y también todo lo que se está viendo cuando finaliza la ronda o sentado en la sala de prensa, lo que dice y cómo lo dice, paladeando el momento. Sin rastro de euforia, pero tampoco de envaramiento o sufrimiento. Una satisfacción mostrada sin pudores timoratos, en su justa y merecida medida.

Vivirlo, sentirlo, no padecerlo. Sólo de este modo se puede poner en juego toda la experiencia acumulada, enorme en su caso. La previa de la Final no puede ser más alentadora. Después, claro, los demás candidatos también juegan una barbaridad, pero a Sergio se le ve preparado para asumir con entereza la carga de los rivales y los lapsos de incertidumbre, aguardando su momento o manteniéndolo con uñas y dientes, según sea el escenario.  

Dubai no es Georgia, ni el Emirates es el Augusta National, vaya por descontado. Pero el cercano precedente de aquel domingo, saliendo junto a Stenson y Poulter en el último partido, puede y debe resultar un estímulo, un acicate, un salvavidas de urgencia.

Sergio confesaba ayer en rueda de prensa que parecía como si su actual manera de pensar, más positiva y menos beligerante, le hubiera puesto de algún modo el azar de su lado («he tenido esta semana varios golpes de buena suerte», señalaba), circunstancia que le ha aportado mucho sobre lo que reflexionar. Es como si la energía positiva expulsara a los demonios. ¿Quién no se ha sentido de este modo alguna vez?

Es cierto. Pero la cruda realidad admite matices: de igual modo que esta semana no han faltado tampoco los golpes de mala suerte, seguramente nunca faltaron antes los golpes agraciados de la fortuna, pero era incapaz de verlos y, por tanto, de ponerlos en el plato correcto de la balanza. De hecho, sólo tenía ojos para los requiebros pérfidos del azar. Hoy no ocurre así. Esta semana no ha ocurrido así. Este es el secreto. Una vez descubierto (y lo suyo no viene de esta semana, sino de un proceso más largo) sólo queda volver a ponerlo en juego a tu favor. Y no siempre es sencillo. De hecho, la lucha contra los propios demonios nunca termina…

A falta de unas horas para el inicio de la ronda definitiva en Augusta es, si ustedes lo permiten, un un gran momento para repetirlo alto y claro, como tantas otras veces: Sergio García aún no ha ganado un ‘major’, es obvio, pero emociona profundamente verlo siempre de vuelta, percutiendo contra el muro.

– ¿Y Rahm? El par milagroso que salvaba en el hoyo 18 fue algo así como una postrera declaración de intenciones: señores, sigo vivo, esto no se ha acabado. Algo nos dice a todos que el vasco, saliendo una hora y diez por delante del partido estelar, se va a ganar muchos minutos de retransmisión televisiva el domingo. Y sólo hay un modo de conseguirlo, ya sabemos todos cuál es.

La actuación del Expreso de Barrika en el primer Masters y tercer Grande de su carrera ha sido sencillamente fantástica. Por encima, incluso, de lo esperado, nos pongamos como nos pongamos y aunque él sienta, seguro, que aún podría haber llegado en mejor disposición a la ronda definitiva. Y el caso es que está ahí y 18 hoyos en el Augusta National pueden ser como noventa ‘minuti’ en el Bernabéu. O en el viejo San Mamés, si él lo prefiere.