Inicio Masters de Augusta Masters de Augusta 2018 Glen Murray, el reverso de la chaqueta verde

Glen Murray, el reverso de la chaqueta verde

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Sergio García y Glen Murray en el Masters de Augusta 2017.

En febrero de 1993 Glen Murray (Durban, 1972), un joven sudafricano de 20 años, jugón del golf (hándicap 0 llegó a ser), probaba suerte con un par de amigos: viajarían desde su tierra con lo justo hasta España en busca de fortuna. O para ser más precisos, en busca de la bolsa de algún profesional que tuviera a bien contratar los servicios de unos caddies inexpertos todavía, pero rebosantes de ilusión. Así, con la sana intención de cazar un trabajo al vuelo, pero sin faena asegurada, se presentaban en el Turespaña Masters Open de Andalucía, torneo del circuito europeo que se disputaba en el campo de Novo Sancti Petri, el primero que había diseñado Severiano Ballesteros en España, situado junto a la playa de La Barrosa, en Chiclana de la Frontera.

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Aquellos eran otros tiempos. Entonces, casi en cualquier torneo del circuito europeo te encontrabas con un hermoso racimo de jugadores de máximo nivel mundial. Por ejemplo, allá en tierras de Cádiz se dieron cita dos tercios del equipo europeo que unos meses después jugaría la Ryder de aquel año: Severiano Ballesteros, José María Olazábal, Bernhard Langer, Colin Montgomerie, Sam Torrance, Constantino Rocca, Joakim Haeggman… Y Murray tuvo la suerte, en efecto, de encontrar trabajo. Su primera oportunidad como caddie en una competición de élite se la iba a dar el suizo André Bossert, que aquel año estrenaba derechos de juego completos en el European Tour.

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Aquella semana las cosas no irían muy bien, pues fallaban el corte, pero Murray, el último caddie que ha celebrado con su jefe la victoria en un Masters de Augusta, pasaba la prueba. Desde aquella semana en adelante apenas iba a dejar de trabajar, de llevar bolsas, cuidar el material como si le fuera la vida en ello, tomar medidas y, hasta donde es posible, templar los nervios de su jugador.

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¿Fue o no fue un guiño del destino, visto desde nuestro tiempo, un cuarto de siglo después? Glen Murray, el fiel escudero de Sergio García durante casi toda su carrera profesional, comenzaba a labrarse un futuro como caddie precisamente en España. Entonces, Chema ni siquiera había ganado su primer Masters y García ‘sólo’ era un niño prodigio.

Sergio García y su caddie Glen Murray en la Ryder Cup 2006. © Golffile | Barry Cronin
Sergio García y su caddie Glen Murray en la Ryder Cup 2006. © Golffile | Barry Cronin

El ‘feeling’ entre Glen Murray y Sergio García fue instantáneo

No tardaría mucho tiempo en dar un importante salto de calidad, a la bolsa de Retief Goosen, que enseguida valoró los talentos de su joven compatriota. Y a finales de 1999, todavía a las órdenes de Goosen, se enrolaba con Sergio durante un par de torneos aprovechando un descanso de su jefe. El ‘feeling’ fue instantáneo y Murray terminaría ‘fichando’ con el equipo de García, le gustase o no la idea a Retief… Anda que no ha tenido que soportar guasas Murray cuando el sudafricano ganó un US Open, y luego otro. En realidad, no nos equivoquemos, cualquier caddie del mundo sabe que hay muy poquitas bolsas mejores que la de Sergio García, un prodigio de regularidad, siempre en la cresta de la ola.

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Sergio y Glen debutaban juntos en un Grande precisamente en el Masters de Augusta (¿otro guiño?). En el del año 2000. Él no es de llevar mucho las cuentas, pero calcula que habrá estado con Sergio en cerca de sesenta grandes. Durante algún tiempo se turnó con otros experimentados caddies en la bolsa del de Borriol (Billy Foster, Gary Matthews), y en 2012, después de un Volvo World Match Play en Finca Cortesín (España, de nuevo encrucijada en su vida) separarían sus caminos. Era el momento de hacerlo, quizá para preservar la amistad y la buena relación. En enero de 2015, no obstante, volvían a reencontrarse. Y hasta hoy.

Sergio García celebra con Glen Murray su victoria en el Valderrama Masters 2017. © Golffile | Eoin Clarke
Sergio García celebra con Glen Murray su victoria en el Valderrama Masters 2017. © Golffile | Eoin Clarke

Cuando Sergio triunfa, Glen sencillamente desaparece. Tan discreto fuera como dentro de las cuerdas

Glen es un experto del escapismo cuando comienzan los fuegos artificiales. Huye de los focos y las pasarelas. Cuando su jefe triunfa, él sencillamente desaparece. Tan discreto fuera como dentro de las cuerdas. Muy amigo de sus amigos, como buen caddie sudafricano. Sergio y él se entienden bien, se respetan mucho y se guardan mutuamente un profundo cariño. Murray, que siempre ha catalogado a Sergio como uno de los mejores pateadores del mundo, habla lo justo durante las vueltas y elige con tino y con cuentagotas ese momento concreto en el que de verdad tiene que hacerse escuchar.

Sergio García y Glen Murray en el Omega Dubai Desert Classic 2018. © Golffile | Fran Caffrey
Sergio García y Glen Murray en el Omega Dubai Desert Classic 2018. © Golffile | Fran Caffrey

Glen: «Fue increíble vivir con Sergio su triunfo en el Masters después de todas las cosas que habíamos pasado juntos”

Como a cualquiera de los trotamundos del planeta golf, lo que más le gusta en sus semanas libres a este apasionado de la música ochentera inglesa es pasar tiempo con su familia, su mujer y sus dos hijos, aunque sigue jugando al golf de tanto en tanto. Siente que el año pasado se cerró un ciclo con la épica victoria de Sergio en Augusta y, aunque jamás lo exprese abiertamente (vive el presente y sólo el presente), está seguro de que lo mejor está por venir. “Sergio salió a jugar aquel domingo muy tranquilo, iba golpe a golpe y nada más. Su triunfo fue especial, muy especial. Era la culminación de algo y para mí fue increíble vivirlo con él después de todas las cosas que habíamos pasado juntos”, cuenta a Tengolf.

Sergio García y Glen Murray en el Valspar Championship 2018. © Golffile | Dalton Hamm

Una historia de cuento que empezó en una charla trivial en febrero

Todavía hoy se le pone la carne de gallina cuando se acuerda del segundo tiro que pegó Sergio en el hoyo 15, el domingo de autos. Cuando ambos llegaron hasta la bola en este par 5, después del soberbio drive de 344 yardas que había pegado el español, Glen hizo las cuentas y entendió que salían a la perfección. Casi no hizo falta ni hablarlo: sabía que Sergio iba a pegar un hierro 8 apretado apuntando a un trapo que estaba a 189 yardas, y sabía cuánto le gusta a su jefe pegar ese tipo de golpe, a las nubes, con ese palo en concreto. “Fue el golpe del torneo, fue una maravilla ver cómo salió la bola”, dijo Glen unas horas después mientras sonreía con esa mirada pícara que a veces gasta.

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