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Un recorrido por la historia del TPC Harding Park, sede esta semana del PGA Championship

Chicos, ¿qué pensaría un viejo lugareño si esta semana os viera quejaros?

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Una vista del TPC Harding Park. © TPC Harding Park
Una vista del TPC Harding Park. © TPC Harding Park

La etiqueta de TPC que lleva Harding Park, el campo que esta semana acoge la 102ª edición del PGA Championship, puede que nos lleve a confusión respecto a la historia y edad de este recorrido californiano, ya que el primer TPC (Sawgrass) abrió sus puertas en 1980… Sin embargo, Harding Park y sus centenarios cipreses llevan casi un siglo ahí puestos, formidables, en aquella esquina de tierra, a caballo entre el Océano Pacífico y el lago Merced y a escasos nueve kilómetros del centro de San Francisco, en línea recta.

No fue hasta 2005, año en el que se rehabilitó después de una larga temporada de semi abandono, cuando tomó la denominación de TPC, bajo la tutela del PGA Tour, pero sin perder su carácter público, al igual que Bethpage, sede del PGA el año pasado. Sin embargo, Harding Park había abierto sus puertas en 1925, siempre como campo público propiedad de la ciudad y el condado de San Francisco, y en sus calles se forjaron golfistas de la talla de Ken Venturi o Johnny Miller.

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Harding Park acoge por primera vez un Grande esta semana, es cierto, pero cualquier loco del golf de la zona, los lugareños amantes del deporte de los catorce palos, en realidad nos dirían que en este campo se juega un Grande cada año desde 1925. ¿A qué torneo se refieren? Pues ni más ni menos que al San Francisco City Championship, que en realidad se disputa desde 1916 (veinte años antes de que el imponente Golden State Bridge se terminara) y que se ha jugado ininterrumpidamente desde entonces, cada año, sin que las guerras mundiales o el crack del 29 lo impidieran. Y esto es algo que se lleva muy a gala en San Francisco: aseguran allí que es el torneo de mayor solera, el más antiguo, de cuantos se han disputado siempre, cada año, situándolo por delante del mismísimo Open o del US Open, precisamente porque éstos sí que dejaron de jugarse algún año. Cualquiera les lleva la contraria…

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En fin, aclaremos una cuestión antes de continuar. El City,  porque es así como se nombra y conoce al torneo, es una gran cita de golf amateur.  Dicho lo cual, digamos que su mística, la cualidad de major que tantos le atribuyen tiene que ver, en primer lugar, con su historia (ya lo hemos dicho: se juega desde 1916), y sobre todo con una peculiaridad que lo hace único: las condiciones de juego extremas que se dan casi cada año durante su larga disputa, en pleno invierno. Es el torneo del agua, el frío, el viento, la niebla y el barro, para entendernos.

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El torneo, por su carácter amateur, se disputa sólo los fines de semana, en varias categorías y a lo largo de febrero y principios de marzo, pues tiene primero una fase stroke play y luego los cruces finales en modalidad match play, que se juegan todos en Harding Park (las primeras fases también se juegan en Lincoln Park Golf Club, un campo aún más antiguo y primera sede del City).

Es un verdadero maratón y una prueba tremenda en la que se juntan aficionados de primera línea y otros de hándicap más discreto. Un torneo con enorme carisma, cuyo trofeo ha sido perseguido por grandes jugadores a lo largo de toda su historia. Y muchos de ellos salieron derrotados de la prueba. Tom Watson, por ejemplo, nunca pudo ganarlo. Tampoco Johnny Miller, ídolo local (nació en San Francisco), ni el mismísimo Tiger Woods, que luego conseguiría grandes éxitos en Harding Park, como el WGC American Express en 2005 o la Presidents Cup en 2009, pero que mordió el polvo en el City.

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Las anécdotas que se cuentan del City son innumerables, y a cada cual más truculenta. Por ejemplo, no existe la costumbre de suspender el juego, ni siquiera en las condiciones más extremas de lluvia, hasta el punto que ha llegado a jugarse con los greenes anegados. Mientras no caigan rayos y truenos, allí se sigue jugando. Por la misma razón, es un torneo en el que ha llegado a ser hasta cierto punto normal, o habitual, jugar en greenes provisionales, trazados deprisa y corriendo sobre una zona elevada del fairway, donde la concentración de agua diera más tregua. En una ocasión, hace tiempo, según cuentan los más viejos del lugar, Harding Park llegó a jugarse con 16 greenes provisionales, en vista de la que estaba cayendo y del estado de los greenes.

Nada de esto va a ocurrir esta semana, por supuesto. Los jugadores sí van a encontrarse un ambiente húmedo, algo de lluvia probablemente, temperaturas frescas (y hasta frías) durante las primeras horas de juego y un toque de viento (no se espera una intensidad continuada mucho más allá de los 15 kilómetros por hora). Como se ve, poco o nada para los lugareños y los fans del San Francisco City Championship, así que mejor será para los profesionales no quejarse de las condiciones delante de alguno de ellos, no vaya a ser que todavía tengan que aguantar alguna burla…

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Scott McCarron, nacido en Napa, cerca de San Francisco, sabe bien lo que es el City. También él buscó la gloria en esta cita en sus años de aficionado, sin conseguirlo. Y traemos aquí el nombre del hoy exitoso jugador del Champions Tour por una anécdota que protagonizó durante el Open de 2002, en Muirfield, edición que pasara a la historia por aquel 81 que firmó Tiger en una tercera ronda dantesca, marcada por la lluvia y el frío. McCarron, aquel día, firmó un 72 y se situó a tres golpes de la cabeza, con claras opciones de victoria, por lo que fue requerido por los medios. Y allí, en la sala de prensa, mientras se sacudía la humedad de su ropa de agua, sonrió y dijo: “hoy hemos tenido ahí fuera una jornada del City”.

Otro gran jugador nacido en San Francisco, George Archer, otro ídolo local por tanto, sí fue capaz de ganar el City. Lo hizo en 1963, un año antes de hacerse profesional y seis antes de ganar el Masters de Augusta, ahí es nada. Pues bien, por aquellos lares, entre bromas y veras se dice que Archer es, primero, ganador del City y luego del Masters, “así, por ese orden”.

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