«Ojalá las condiciones de juego sean duras mañana y yo pueda hacer una gran vuelta para moverme hacia arriba». Son palabras de Tiger Woods una vez finalizada su primera ronda en el Old course y después de haber entregado un duro 76 que de entrada lo ha situado a once golpes del liderato. Por un lado, hay que valorar la capacidad de este gran campeón para mirar hacia delante y, sobre todo, el afán por borrar inmediatamente las malas sensaciones de su disco duro.
Pero también hay que reconocer que, en ocasiones, da la sensación de que el californiano se mueve en los límites de la realidad. ¿Realmente cree que lo que mejor le puede venir a su juego es una tormenta perfecta de viento y agua sobre St. Andrews?
Es muy cierto que, tras unos primeros nueve hoyos muy erráticos, por los segundos nueve, los más complicados con mucha diferencia, Tiger respondió con buenos golpes, buscando la remontada y firmando en este tramo un buen parcial al par del campo. Entonces, ¿ocurrió que salió al campo con malas sensaciones después de un calentamiento negativo y fue entonándose poco a poco? Nada de eso, y el propio jugador se encargaba de confirmarlo, si bien él tampoco entendía bien qué había pasado: «el calentamiento había sido bueno y sólo tuve algunos pequeños problemas cuando busqué disparos de izquierda a derecha. Sin embargo, irónicamente, los tiros que tuve de este tipo en el campo salieron bien».
Al final, Woods cree que las cosas le están viniendo como le están viniendo por razones inexplicables y poco se puede hacer contra ello. Un razonamiento que, evidentemente, tiene sus lagunas a la fuerza, porque la mala suerte o el azar no pueden ser causantes de sus arranques tan pobres en el US Open y en el British. «Así son las cosas. El mejor calentamiento de mi vida fue una vez en Alemania, donde golpeé las marcas del 50, 100, 150, 200, 250 y 300, pero luego comencé la vuelta con bogey y doble bogey. Así están yendo las cosas».
