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En Portrush, hace 69 años, apenas hubo cuatro americanos (y ningún español)

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El green del hoyo 5 de Royal Portrush. © Golffile | Thos Caffrey
El green del hoyo 5 de Royal Portrush. © Golffile | Thos Caffrey

El Open Championship regresa por segunda vez a Royal Portrush, en Irlanda del Norte, después de 69 años. No hace falta señalar cuánto han cambiado las cosas desde entonces, pero hay algunas que llaman poderosamente la atención. Por ejemplo, en aquella edición de 1951, ganada por el inglés Max Faulkner, que se impuso por dos golpes de diferencia al argentino Antonio Cerdá, no hubo ningún jugador español. Desde que Ángel de la Torre jugara el British por primera vez en 1920, otros jugadores españoles habían seguido su estela en años posteriores en desordenado y sufrido goteo, pero en 1951 no hubo ninguno en Portrush. Esta semana, por fortuna, serán siete los que estén allí, una notable representación (Jon Rahm, Sergio García, Rafa Cabrera Bello, Jorge Campillo, Adrián Otaegui, Adri Arnaus y Miguel Ángel Jiménez).

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Quizá, a simple vista, resulte aún más llamativo que hace 69 años hubiera más italianos jugando (5) que estadounidenses (4). En esta ocasión, y como es habitual desde hace décadas, hay más de cuarenta jugadores de las barras y estrellas en el field final del torneo (47 para ser exactos). Pero la posguerra fue dura en este sentido con el Open, que no es lo mismo sin los mejores jugadores del otro lado del Atlántico.

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De aquellos cuatro ‘valientes’ norteamericanos, además, ni siquiera había alguno de primera línea, aunque Frank Stranahan, todavía jugando como amateur aquel año, en el que ocupó la duodécima posición final, era un excelente jugador que haría gran carrera en el circuito americano más adelante (tardó mucho tiempo en hacerse profesional porque su sueño era ganar el US Amateur, lo que nunca consiguió). Los otros tres eran Charles Rotar, Arthur Clark y Al Zimmerman.

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Y así fue durante muchos años, llegando al punto que en la edición de 1958 sólo jugó un estadounidense el British Open, el legendario Gene Sarazen. Cuando Ben Hogan ganó en Carnoustie en 1953, por ejemplo, sólo hubo cuatro norteamericanos en liza. Y cuando Arnold Palmer, en su segunda comparecencia, ganó en Royal Birkdale en 1961, sólo había seis. Aunque precisamente el impulso de Palmer fue decisivo y a finales de los años sesenta y principios de los setenta la participación americana se había multiplicado (jugaron 23 estadounidenses en 1970) en cantidad y calidad.

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Así, hasta llegar al récord de participación estadounidense en un British Open, que se dio en la edición de 2014, cuando 56 jugadores iniciaron el torneo representando a las barras y estrellas.

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Para los amantes de los datos históricos, se puede añadir que el primer jugador de fuera de las islas británicas (e Irlanda) que participó en el Open fue el francés Arnaud Massy, y ello no ocurrió hasta el año 1902. Además, hay otra curiosidad: el primer jugador con pasaporte norteamericano que jugó el torneo fue el veterano amateur Walter Travis (había comenzado a jugar al golf en 1896, a la edad de 35 años), que curiosamente había nacido en Australia. Al año siguiente, 1905, debutó en el Open el primer profesional estadounidense, Alex Smith, que también era nacionalizado, pues había nacido en Carnoustie, ni más ni menos.

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