Jon Rahm (-2) ha entregado una tarjeta de 72 golpes este sábado en la tercera jornada del US Open Championship que se celebra en el recorrido Sur de Torrey Pines. Es su primera vuelta sobre par de la semana. No, no ha sido un buen día del movimiento para el jugador de Barrika. No ha conseguido desplegar su juego más poderoso y se ha dejado mucho trabajo para este domingo para ganar el US Open. Lo más positivo, no obstante, es que, efectivamente, tiene la posibilidad de ganar el US Open, se ha dejado una ventana abierta y aún se puede decir que en gran parte depende de él.
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Rahm se encuentra en la sexta posición a tres golpes de un trío de líderes formado por Mackenzie Hughes, Louis Oosthuizen y Russell Henley, aunque lo más preocupante, posiblemente, es que también se le han colado por delante Rory McIlroy y Bryson DeChambeau, ambos con -3. La lógica apunta a que va a necesitar hacer la vuelta de la semana mañana para poder levantar el trofeo. Ahora mismo, si pensamos que la USGA va a mantener este domingo las mismas condiciones de juego (nada hace indicar lo contrario), lo normal es que el resultado ganador se vaya finalmente, como mínimo, al seis bajo par. Hasta podría ser -5, un guarismo que ya era líder tras la segunda jornada y hoy no se ha movido aunque ha crecido el número de jugadores que ha llegado a él. En ambos casos, Jon va a necesitar una vuelta de 67 o 68 golpes, algo que no ha hecho todavía esta semana. Sin volverse loco, va a tener que jugar atacando y ya sabemos que habitualmente no es la mejor estrategia en el US Open.
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Jon va a necesitar este domingo la mejor versión de sí mismo, un jugador parecido al que pudimos ver en el Memorial hace apenas dos semanas. Lo bueno es que lo tiene muy reciente y el propio Jon tiene claro que lo puede hacer. Hoy no le ha salido la excelencia, más bien al contrario. Ha sido una vuelta gris, discreta. No ha conseguido fabricarse buenas opciones de birdie. Más allá de las dos que ha hecho en el 18, pateando para eagle, y en el 10, desde unos dos metros y medio, sólo ha tenido dos oportunidades más de las que se pueden llamar claras. Han sido en el 1, de poco más de tres metros, y en el 5, la más clara, de poco más de dos metros. No ha estado brillante desde el tee y con los hierros sí ha conseguido evitar los problemas, ha burlado los errores graves, pero no ha tenido la determinación de sus mejores tardes para dejar más cerca alguna bola más.
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Al juego más o menos discreto se ha unido que no le ha acompañado nada la suerte. No le ha salido nada a su favor. No ha metido ni un putt largo, ni una desde fuera, ni un chip o una desde el búnker. No ha tenido ningún bonus y, encima, la desgracia se ha cebado con él en el hoyo 14. Después de fallar la calle ha pegado un tercer tiro muy bueno que iba camino de quedarse muy cerca, pero se ha chocado con la bandera y la ha desvíado unos cuatro metros. Desde ahí ha hecho tres putts. Un doble bogey demasiado cruento e inmerecido.
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Jon tendrá mucho trabajo mañana para ganar el US Open, pero lo bueno es que él solito se ha fabricado la oportunidad y que, seguramente, todos habríamos firmado una situación así antes del jueves. Queda por confiar que le salga su domingo en Torrey Pines. Ya lo hizo una vez en 2017 y se llevó el Farmers y aquello fue si cabe más complicado, por lo que hay que creer en que es posible. Es una cita con la historia. Ningún español ha ganado nunca el US Open. Como para perdérselo.
