Pues resulta que ahora sí, parece, de una vez por todas, el US Open va cogiendo otro color. El color que se le supone a un US Open. Literal y figuradamente. Literal porque los greenes van perdiendo el verde brillante del jueves y van tornando en pardos. Y figurado porque el campo se está endureciendo, los birdies son más caros, las banderas hoy han estado más escondidas y los grandes nombres comienzan a aparecer como setas en la parte alta de la clasificación.
Los resultados de este viernes por la mañana han vuelto a ser buenos, pero no tanto. La mejor tarjeta ha sido un 65 (Min Woo Lee) y difícilmente veremos otra por la tarde. Un total de 20 golfistas han jugado bajo par, pero siete, cerca de la mitad ha sido con un pírrico (aunque valioso) -1. Dos días después el sol ha salido en Los Angeles Country Club y ayudará a poner el campo más firme, las calles, claro, pero sobre todo los greenes. Además, las banderas han estado más picantes. Hoy era difícil encontrar alguna en una zona plana del green, casi todas estaban en pendiente. Por eso ayer, con líneas mucho más francas, se embocaron bastantes más putts que hoy.
Esto va tomando otro color, se va pareciendo más a un US Open de toda la vida. Además, los jugones colaboran con ello. El líder provisional es un sorprendente, o quizá no tanto, Wyndham Clark (-9), que llega a Los Ángeles en forma tras su victoria en el Wells Fargo Championship hace menos de un mes. Arriba ya se han colocado Rory McIlroy (-8), Dustin Johnson (-6) y Cameron Smith (-4), aderezados con jugadores de peso y que tendrán algo que decir como Harris English (-6), Min Woo Lee (-6) o el chaval que parece haber nacido para jugar Grandes, Sam Bennett (-5).
Mucho ojo con lo que ha hecho Dustin Johnson, puesto que ha sido capaz de regresar del abismo después de arrancar con un cuádruple bogey (8) en el hoyo 2. Ahí bajó hasta -2 y ha sido capaz de remontar para terminar con seis bajo par, metido de lleno en la pelea.
El US Open ha cambiado. Ha sido a eso de las dos de la tarde hora local, justo cuando salía Jon Rahm a jugar. Finalmente se abría el cielo de Beverly Hills, salía el sol y empezaba a apretar el calor. Y todo apunta a que irá a más. Así lo vaticina McIlroy. «Me han sorprendido los resultados tan bajos de los dos primeros días. Yo creo que nadie los esperaba. Pero esto va a cambiar. Lo sabemos. El fin de semana debe ser muy duro», afirma.
