Un inciso antes de empezar con lo serio. El gran Alejandro Rodríguez me manda un reportaje donde viene que la inscripción inicial para Los Angeles Country Club no es de 250.000 dólares, como yo creía, sino de 300.000. Siento rogar a mis lectores, que NO son legión, que incrementen la partida de la cuestación popular que pedí el sábado para ser miembro de tan selecto club. Para los 30.000 dólares anuales que hay que apoquinar ya me buscaré la vida. Bueno, vamos a los que vamos. ¿Por qué Jon Rahm nunca lleva gafas de sol? Estoy ansioso por preguntarle. Este domingo por la mañana está nubladillo el cielo angelino, pero el sábado pegaba bien y muchos jugadores iban sin anteojos solares: McIlroy, Scheffler, Clark, Harman, Koepka, Dustin Johnson… Fowler, en cambio, rompía la norma. Tengo que presentarle a Rahm a mi tía Mariló porque me da una tabarra tremenda cada vez que el cielo está despejado y me ve sin gafas, algo habitual porque no he gastado un duro/euro nunca en este artículo. «Es malísimo para los ojos, ya te arrepentirás de no llevarlas», me suelta siempre. Jon, avísame si te llegas por la Plaza Mayor charra, que mi tía te va a hacer un interrogatorio que ríete tú de las preguntas sobre LIV en el último año.
Cierto, existe la palabra barranca en castellano, pero remite a barranco, el vocablo que usamos siempre y no esa barranca que cada vez que la escucho o la leo estos días me recuerda a La barraca, novela de Blasco Ibáñez. «En las huertas de Valencia y Murcia, casa de labor, hecha de adobes y con tejado de cañas a dos vertientes muy inclinadas», apunta la segunda acepción del DRAE. Pocas barracas (ninguna) veremos por Beverly Hills y por Hollywood. El debate no cesa sobre si el campo merece o no albergar un US Open. Lamentos de Fitzpatrick, quejas de Koepka, darditos de Hovland y yo me sumo al carro, aunque mis razones van por otros derroteros. ¡No organicen más Grandes en California o adelanten los horarios el fin de semana, por favor! He ahí mi sabio consejo a la USGA y a la PGA. Seguro que anotan mi consideración de cara al futuro. Hablando de porvenir, ya entraremos en detalle sobre los chavales que se han pasado a profesionales. Lo de Rose Zhang fue un bombazo, pero ojo con Adrien Dumont de Chassart, a quien hay que hacerle una reverencia no sólo por su apellido pomposo, sino por ganar la semana pasada en su debut en el Korn Ferry Tour y, un domingo después, pelear (no ha terminado aún el Blue Cross and Blue Shield of Kansas Wichita Open) por la segunda victoria con Ricky Castillo, otro pipiolo que se hizo pro a principios de mes después de ganar con los Gators la final de la NCAA.
Va de checas, de checos y de Chequia. Una jugadora con un apellido que recuerda a una descendiente de Napoleón pero en eslavo, Kristyna Napoleaova, levantó esta tarde su primer trofeo en el Ladies European Tour y, mira tú por dónde, la semana que viene compite en su país. Más. La española Marta Martín también ha estrenado su palmarés como profesional este domingo en… la República Checa al vencer en el LET Access Series. No se vayan todavía. En el Palau Blaugrana, dos checos, Jan Vesely y Tomas Satoransky, colaboraron al triunfo por la mínima del Barça contra el Madrid en la final de la ACB y los blancos están con la soga al cuello al ir 2-0 en la eliminatoria. Y no es checa, pero su nombre empieza por CH. Chiara Horder se ha impuesto este domingo en la edición número 120 del Women’s Amateur Championship. La alemana (su compatriota Noja también se llama Chiara) cambia este verano la Universidad de Texas Tech por Mississippi State, donde milita la malagueña Julia López Ramírez, que no tiene ninguna CH pero sí su técnico, Charlie Ewing. Tampoco son checos Scheffler, Schauffele y DeChambeau, pero les une la CH y que están pugnando por el US Open. Un domingo cacofónico: muy checo y con mucha CHICHA. En vaya enredo me he metido yo solito. Hasta otra.
