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El British de Shibuno salió del patio de un colegio

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Hinako Shibuno posa feliz con el trofeo del British Open. © Tristan Jones

Hinako Shibuno (-18) pisó por primera vez el Marquess Golf Club y torció el gesto. Esto no era lo que le habían contado. Dónde estaba el links. El mito. La esencia del British Open. Esperaba otra cosa en su primer viaje fuera de Japón, en su estreno en el Reino Unido. Su reacción ante el ‘parkland’ del Woburn Golf Club fue una pequeña decepción. La última de la semana. A partir de ahí, todo han sido risas y disfrute hasta coronarse este domingo como campeona del AIG Women’s British Open tras entregar una tarjeta final de 68 golpes. Una victoria de cuento sacada directamente del patio de un colegio.

VÍDEO: El putt de Hinako Shibuno para ganar el AIG Women’s British Open

Porque Shibuno tiene 20 años pero juega al golf como una niña de siete. Es un vendaval de felicidad. Hoy ha ganado su primer Grande, pero quizá más importante que todo eso, se ha metido en el bolsillo a todos los aficionados del mundo. Ha dado una lección de cómo disfrutar en un campo de golf y hacer disfrutar a los aficionados. Su juego ha sido imponente, larga desde el tee, segura, pegando muy buenos hierros y rabiosamente letal con el putt. Pero su actitud ha sido aún mejor.

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Su hoyo 18 ha sido un ejemplo que debería ponerse cada día en todas las escuelas de golf del mundo. No tanto por los golpes, que  también, como por su manera de afrontarlo. Llegó al tee empatada en el liderato con Lizette Salas (-17). Máxima presión. Necesitaba un birdie para ganar y un par para forzar el desempate. No había más. Morgan Pressel (-15), Jin Young Ko (-16) y Ashleigh Buhai (-14), las otras tres que realmente pelearon por la victoria durante un domingo estelar en los greenes por parte de todas, se habían salido ya de la ecuación.

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Tuvo que esperar en cada golpe, ya que también tiene la virtud de jugar rápido al golf, y Sung Hyun Park y Pressel, que iban por delante, no son precisamente las más rápidas del globo. No dio ninguna muestra de ansiedad, de prisa, de tensión. Más bien al contrario. Estaba viviendo el momento. Exprimiéndolo de manera natural, sin postureos. No hacía más que hablar con su caddie (y entrenador) y reír a carcajada limpia, los dos muy expresivos, gesticulando, como si estuviera en el recreo contándole a una amiga el último chiste de la semana.

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Shibuno pegó un gran drive y un excelente segundo golpe para el que tuvo que esperar más de cinco minutos. Sin embargo, la traca final llegó en el green. Tenía un putt de unos cinco metros, cuesta abajo y delicado. Poca parafernalia. Lo miró por delante, por detrás, con el caddie, decidió por dónde tirarlo y fue a por él… Se le fue la mano, pero clavó la línea, entró por todo el centro, a tablero, pero entró. Y empezó a reír, claro, a reír mucho llevándose la mano a la boca, como diciendo, madre mía la que he estado a punto de liar, como una niña que ha hecho una pequeña trastada sin consecuencias.

La victoria de Shibuno es un cuento hecho realidad. Es su primer año profesional y la primera vez que sale de Japón para jugar al golf. Ya había ganado dos torneos en el circuito de su país, entre ellos uno al que allí califican como Grande, pero al British había llegado sin expectativas. A disfrutar. Ahora es la segunda japonesa de la historia que gana un ‘Major’. Sucede a una leyenda como Chako Higuchi, que ganó el LPGA Championship en 1977, logró más de 70 victorias como profesional y es miembro del Salón de la Fama desde 2003. Shibuno ha logrado a la primera algo que, por ejemplo, la gran Ai Miyazato, Número 1 del mundo en 2010, no logró en los 53 Grandes que jugó.

Una buena cuota de responsabilidad en su victoria la tiene Lizette Salas y el putt de birdie de un metro que se le ha escapado en el 18 con el que habría rubricado una vuelta sideral de 64 golpes y habría forzado el desempate. Si no algo más. En realidad, jamás sabremos qué habría pasado de haberlo metido, ya que Shibuno habría jugado el hoyo final con la obligación de hacer birdie para salir al playoff. Y, claro, no es lo mismo. En cualquier caso, Salas, a sus 30 años, nunca ha estado tan cerca de ganar un Grande. Es la cara amarga.

Su historia habría sido también extraordinaria. El manual del sueño americano. La hija de Ramón y Martha, dos inmigrantes mexicanos, ganando su primer Grande menos de 24 horas después de que un descerebrado asesino se hiciera más de mil kilómetros en coche con el único objetivo de matar al mayor número posible de mexicanos en El Paso. No habría sido ningún consuelo, pero sí al menos una cierta justicia poética.

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