Un US Open en diciembre. Lo nunca visto. Una manera ideal de despedir este año en el que nos hemos hartado de ver cosas que jamás habíamos visto antes. Desde que se disputó por primera vez este Grande, allá por el año 1946, nunca se jugó fuera de los meses de junio, julio, agosto o septiembre. De hecho, su mes natural es julio, con varias incursiones en junio y alguna muy puntual al principio de su historia en agosto y septiembre. Así que la primera cuestión que se pone sobre la mesa es cómo puede afectar esta novedosa fecha. ¿Veremos un campo más difícil o más fácil de lo normal? ¿Cómo le sienta el frío al US Open? Es lo que queremos saber y para eso hemos preguntado a las jugadoras, que ya han disputado rondas de prácticas y le han tomado el pulso a los dos campos que acogen este US Open, el Cypress Creek y el Jackrabbit Course.
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La primera conclusión, en líneas generales, es quizá sorprendente. No esperen muchos cambios. Las dos grandes diferencias en cuanto a la preparación es que está más largo de lo normal por las temperaturas, al ser más bajas, por mucho que se juegue en Houston, la bola vuela menos, y hay menos rough. La bermuda en esta época del año está dormida, por lo que una de las señas de identidad de la USGA va a brillar por su ausencia esta semana. ¿Significa eso un campo más fácil o más difícil? Pues no hay unanimidad, pero desde luego, más fácil no lo ve ninguna…
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Azahara Muñoz cree que será algo más difícil, tanto por las condiciones como por el diseño de estos dos recorridos del Champions Golf Club. «Si se juega desde los tees de atrás se va a hacer muy largo. Imagino que algunos los pondrán delante, de lo contrario se van a ver palos muy largos. Creo que más difícil por el frío y, sobre todo, porque pese a que a priori podríamos pensar lo contrario, los greenes están igual de firmes y duros que en verano. Quizá podía esperarse que estuvieran más receptivos, pero nada de nada. La bermuda, además, tiene muy poco pelo», apunta.
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Carlota Ciganda piensa que el US Open no va a perder sus señas de identidad y hasta se atreve con un resultado. «No creo que se gane con un resultado mejor de -5 ó -6. Es cierto que no hay mucho rough, pero se juego bastante largo y los greenes son muy movidos. Se pueden poner banderas bastante difíciles, por lo que va a estar en cierto modo en manos de lo que quiera hacer la USGA. En líneas generales diría que es bastante parecido a verano», señala.
Fátima Fernández Cano tiene algo menos de experiencia que Carlota y Azahara, pero ya sabe lo que significa jugar el US Open, puesto que se clasificó a través de la previa el año pasado. La gallega no termina de decidirse, pero apunta una clave distinta y bastante innovadora. «Ni más fácil, ni más difícil. Será diferente. La bermuda está apagada y eso ayudará en el rough, pero realmente creo que la gran diferencia va a estar en la cabeza de las jugadoras. Es raro jugar un Grande en diciembre, cuando casi parece que la mente está en otras cosas, en el final de la temporada, pensar en el próximo año… Es diferente a jugar en junio, cuando estás en el meollo de la competición. Creo que la parte mental puede ser muy importante», señala.
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Veremos qué campo decide poner la USGA. En este sentido, hay que decir que la tendencia es a no hacer sangre. Da la sensación de que no siguen la misma línea de máxima dureza que suele ocurrido con el US Open masculino, al menos en los últimos años. La estadística no engaña. Entre el año 1947 y 1969 sólo el 30 por ciento de las vueltas en el US Open fueron bajo par, de 1970 a 1999 subió este porcentaje al 60 por ciento y en los últimos veinte años ha sido del 85 por ciento. Es decir, hay una tendencia clara a no apretar las clavijas de los campos a tope en los US Open. Veremos si al ser todo diferente, también se observa un giro en la preparación del campo.