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Gonzalo, Toro y torero

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Gonzalo Fernández Castaño vuelve esta semana a la competición después de una semana de descanso. Lo hace en el prestigioso BMW PGA Championship que comenzará el jueves en el recorrido legendario de Wentworth Club. El madrileño tiene la esperanza de mantener el nivel de juego que le llevó a la victoria en el abierto de Italia y al quinto puesto del Open de Andalucía durante este mes de mayo…

Asociado ya al toro de Osborne indiscutiblemente, Gonzalo nos demuestra que él es Toro… Y Torero. Antes de partir a Inglaterra, atendía a Ten-Golf.

Esa media de un título al menos por temporada que ya lleva cumplida en los tres últimos años nos habla de un jugador que cuando tiene la semana buena no deja escapar el título…

Eso me dicen mis compañeros: hay que ver, que cada vez que estás ahí, te lo llevas. Desde luego, cuando estoy en situación de llevarme un torneo siempre pienso que esas ocasiones no se pueden desperdiciar, pero luego lo consigues o no, es muy difícil. Digamos que, por ahora, llevo una buena media.

Una pregunta que no suele gustar a los jugadores, pero que siempre es interesante: defínete como jugador.

Diría que soy un buen estratega. Inteligente. Y a la vez, inconsistente. Una inconsistencia que viene de la falta de técnica. Siempre he sido un jugador muy de ‘feeling’ y así me ha ido más o menos bien, pero ahora estoy trabajando mucho con José Carlos y Paul (se refiere a José Carlos Gutiérrez, su profesor,  y Paul Lagier, head-coach) para formar un swing sólido, y creo que las mejoras se están viendo. Tengo carácter y además creo que eso es bueno. Hay que tenerlo. Quizá, a veces no quedas bien ante las cámaras cuando haces algunos gestos, pero hace falta tenerlo.

El golf es una parte muy importante de tu vida, eso es evidente, pero haz memoria y dinos un momento terrorífico que hayas pasado jugando al golf.

Hombre, tanto como terrorífico… Pero sí tengo grabado lo mal que lo pasé en el tee del uno  de la primera jornada del British de la temporada pasada. Salía con Tom Watson y Retief Goosen, casi nada. Yo sólo miraba unos hierbajos que había a unos cuarenta o cincuenta metros del tee y me decía: «por favor, que la bola pase de ahí…» Después, sin embargo, disfruté muchísimo y me sentí un privilegiado, y hasta me fue bastante bien los primeros días (en efecto, después de la segunda jornada, Gonzalo estaba situado entre los diez primeros del Open Británico…).

Se supone que todos tenemos manías, pero vamos a analizar las tuyas, Gonzalo, porque alguna es de lo más curiosa. Comencemos por esos cuellos del polo siempre levantados…

Para mi es algo normal, no una manía. Lo hago desde pequeño, se lo veía a mi padre… Vamos, es que a mi me planchan así los polos.

Y eso de no ver con buenos ojos hacer un birdie en el primer hoyo del recorrido…

Bueno, el eagle sí vale, ¿eh? No, en serio, se me está quitando la tontería. Son cosas que tienes ahí, es cierto, pero que te vas olvidando de ellas, seguramente porque cada vez soy menos amateur y más profesional.

¿Quién va a ser el próximo español en ganar un grande?

Sergio García. Es un jugadorazo de los pies a la cabeza. He coincidido mucho con él, desde los diez años de edad, y sé todo el golf que tiene, que es mucho. Lleva ocho años al máximo nivel y se le exige desde el primer día. Es un prodigio, pero él tiene 20 años por delante de golf al máximo nivel y no va a ganar uno, va a ganar muchos.  Y el siguiente será Pablo Martín Benavides. Le conocí con 14 años en un torneo en Las Brisas donde hizo 65 golpes y nos dejó a todos con la boca abierta… La semana siguiente ganó el British Boy. Así, tan tranquilo…

¿Cuál sería tu campo ideal?

Pues tendría bastante de Valderrama, la verdad. Pero hay otros campos en España muy buenos también: el Real de Sevilla, Sotogrande abajo, los dos San Roques, El Saler, Neguri, El Prat… Sí, mi campo ideal tendría un poco de cada uno de estos.

 Haznos el retrato robot de tu jugador ideal…

Tendría la alegría de Miguel Ángel Jiménez, la constancia de José María Olazábal, la genialidad de Seve, el putt de Tiger… Y el juego corto de Manolo Piñero, por supuesto.