Inicio Ryder Cup “El dolor por la derrota es superior a la alegría de ganar”

“El dolor por la derrota es superior a la alegría de ganar”

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Jim Furyk es uno de los jugadores con más experiencia en esta Ryder Cup. Afronta su novena participación, las mismas que Lee Westwood y sólo una por debajo de Phil Mickelson. El veterano jugador de 44 años las ha visto, por tanto, de todos los colores. Así, es capaz de condensar en dos breves historias toda la emoción de este enfrentamiento.

La historia de la derrota dolorosa ocurrió en 2002, en The Belfry. El norteamericano jugaba su punto individual contra, curiosamente, Paul McGinley. Era decisivo. Medio punto bastaba a los europeos para ganar el trofeo y el irlandés lo consiguió embocando un putt de algo menos de tres metros en el 18. “Se produjo una explosión, Sam Torrance, capitán europeo, entró en el green con una botella de champán y empezó a agitar la botella y a bañar a todo el mundo. Era lógico. Era su fiesta. En un instante, Torrance se da la vuelta y vuelve a agitar el champán hacia mí, rápidamente se da cuenta, pone la botella en el suelo y me pide perdón… No pasa nada, le dije, merecéis celebrarlo, habéis ganado, es lo normal. Le di la mano y le deseé que pasaran una buena noche”, describe.

La historia permitió a Furyk redimirse seis años después en Valhalla. Él consiguió el punto de la victoria para Estados Unidos. En esta ocasión fue un putt concedido por Miguel Ángel Jiménez, así que la celebración no fue tan espontánea. Además, aquel domingo se veía venir la victoria americana de lejos.

Tras estas dos breves historias, Furyk concluía hoy en Gleneagles: “el dolor por la derrota es más intenso que la alegría de ganar”. El veterano norteamericano no le desea ni a su peor enemigo esa sensación de soledad cuando estás en el punto decisivo de una Ryder y pierde tu equipo. “Está claro que la derrota no es culpa tuya. Hasta llegar a ese punto se han jugado 28 partidos más, pero nadie puede quitarte esa sensación de vacío. Me pasó a mí, o a Hunter Mahan en Celtic Manor o al propio Stricker en Medinah. Nadie te echa la culpa, pero es muy duro y te sientes horrible por estar en esa posición”, explica.