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El primer sorbo de la Ryder, en Dunvegan

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La Ryder, a 2,07

Ya tengo en la maleta mi primera conquista en tierras escocesas: un neceser del British Open 2015. Pero vamos a ver, Pedro, tú no habías ido a la Ryder Cup. Que sí, muchachos, que aquí estamos, pero hay tiempo para todo.

Llegamos a St Andrews a las tres y media de la tarde y nos recibe una especie de caja mágica de Pandora con la que casi se nos saltan las lágrimas. Dentro, las entradas de las Ryder (una vez más, gracias, Miguel). Uf, primera emoción. Nos las colgamos, como quien se prueba un traje, con una sonrisa de niño con zapatos nuevos, y nos ponemos la pulsera. Porque también hay pulsera. ¿Habrá barra libre? Pues no creo, pero seguro que lo vamos a investigar.

Hemos venido a la Ryder Cup y a jugar al golf. Sé que más de uno me estará haciendo vudú preso de la envidia, lógico, no os podéis imaginar la ilusión que me hacía este viaje. A la Ryder, de aficionado. Ya estuve en Medinah dentro del equipo, vaya gozada, y esta experiencia la quiero disfrutar igual de intensamente.

Hemos venido 24 españolitos dispuestos a hacer ruido al grito de ‘Go Europe’, ‘Vamos Europa’ o lo que vayamos improvisando. Creo que nos dejaremos sentir, aunque entre 45.000 espectadores igual ni se nos ve. Nos recogen dos furgos en el aeropuerto de Edimburgo –gracias, Jesús, menuda organización modélica tenéis montada en Golf Escocia– y nos vamos a St Andrews. Ya veis, como centro de operaciones o campo base no está nada mal. Nuestro apartamento se encuentra en la calle Six Murray, para lo que gusten.

Lo primero es lo primero, así que nos bajamos a tomarnos la primera pinta y a comer. Bueno, para nosotros comer, los señores lugareños estaban ya cenando. Entramos en el Dunvegan. Un templo. Un sitio para estar toda la tarde. Ambientazo. La gente hablando de la Ryder y todo decorado con fotos, banderas, palos… Golf en estado puro. Impresionante.

Nos damos una vuelta por el pueblo y, por supuesto, por el Old Course. Un buen paseo. La carrera por la playa al estilo Carros de fuego la dejamos para otro día. Qué diferente es verlo así. Estuve en el Open Championship de 2010 y no tiene nada que ver. Sin gradas, sin publicidad, sin las grúas… Parece otro campo. Es un parque público con todo lo que se pueden imaginar que hay en un parque. La gente juega al golf mientras otros están mirando, pasean al perro, montan en bicicleta o cruzan con el coche. Es como meter el Old Course en el Retiro o el Parque Güell. La foto en el Swilcan Bridge, cómo no, ya está hecha. Por cierto, ya están con los preparativos del Alfred Dunhill Links, que se juega la próxima semana.

Habrá que irse pronto a la cama. Mañana nos recoge la furgo a las siete porque las 08.40 tenemos salida en Carnoustie… Sí, una pasada. Tras pelearnos con el viento y, sobre todo, con nuestro proyecto de swing nos iremos a Gleneagles. Primera parada de este viaje a la Ryder. Veremos el final de la ronda de prácticas y asaltaremos la tienda. Pero eso, ya os lo cuento mañana…

* Pedro Fernández es el director de la Miguel Ángel Jiménez Golf Academy