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Algo que aprendí en 2018

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Alan Shipnuck, izquierda, y Óscar Díaz, durante la entrevista con el alcalde de Puente de San Miguel. © Ana Nance
Alan Shipnuck, izquierda, y Óscar Díaz, durante la entrevista con el alcalde de Puente de San Miguel. © Ana Nance

Esta iba a ser una columna sencilla, o al menos eso pensé cuando me la planteé hace demasiados días ya. La abriría haciendo un comentario más o menos jocoso acerca de hasta cuándo se puede felicitar el año entrante, para después seguir con la retahíla más o menos habitual de acontecimientos recapitulados, buenos propósitos y replanteamientos vitales para 2019. Hablaría de qué tal me había ido el año que ya empieza a quedar lejos, de la suerte que tengo al seguir rodeado de gente maravillosa, tanto en el ámbito personal como en el laboral, de la pena que siempre se siente al alejarse de otras personas, ya sea de manera espacial o conceptual, de los charcos en los que me he metido, por lo general refrescantes (y alguno televisivo)… Tenía previsto hablarles, una vez más, de María Acacia López Bachiller, jefa y guía espiritual, todo en uno, y del huecazo que ha dejado en el equipo de prensa del European Tour en España… También de David Durán y Alejandro Rodríguez, artífices de Ten Golf y currantes supremos, culpables de que de vez en cuando me asome a esta web y de que disfruten de una cobertura golfística de lujo. De todo eso quería hablarles, pero… en mi repaso mental del año pasado llegué a noviembre y mis intenciones descarrilaron.

La sonrisa del golf español

Dice Manuel Vicent, con más razón que muchos santos, que solo los muy débiles están seguros de todo, porque hay que ser muy fuertes para no estar seguros de nada. No sé si soy tan fuerte, pero sí tengo clarísimo que dudo una barbaridad. En las columnas de opinión hay dos escuelas mayoritarias: la de quienes ofrecen un punto de vista contundente acerca de todo y la de los dubitativos. La duda no es mal combustible para un artículo, porque relega el impulso inicial y favorece la pausa y el análisis, pero hay quien la confunde con pusilanimidad y también puede llegar a ser paralizante. Hasta ahora nunca me ha costado demasiado plantarme delante del monitor y dar forma a un texto más o menos legible, pero lo de las últimas semanas ha sido un bloqueo en toda regla. Hablar de «bloqueo del escritor» roza la baladronada, ya que presupone que al otro lado de las teclas hay un escritor, pero más o menos eso es lo que ha sucedido. Probablemente a estas alturas se estén preguntando qué pasó en noviembre y con qué piedra se toparon mis procesos mentales en el repaso del año. Se lo cuento…

Dice Manuel Vicent, con más razón que muchos santos, que solo los muy débiles están seguros de todo, porque hay que ser muy fuertes para no estar seguros de nada

El pasado mes de noviembre Alan Shipnuck (sí, ese Alan Shipnuck), uno de los mejores periodistas de golf de Estados Unidos, me pidió que lo acompañara mientras hacía dos reportajes en Cantabria: uno centrado en la figura de Seve Ballesteros y en su primer triunfo en el Open Championship, cuyo cuadragésimo aniversario se celebra este año, y el otro en Celia Barquín Arozamena, la golfista española que murió asesinada el pasado mes de septiembre en Ames, Iowa. Yo debía servir de intérprete/enlace/contacto/apoyo durante el tiempo que Alan Shipnuck pasara en Cantabria y acepté el encargo… aunque no sin cierta prevención. Por un lado, me apetecía ver cómo se desenvolvía sobre el terreno uno de los primeros espadas de la información deportiva mundial (Shipnuck aún conserva el récord de ser el periodista más joven capaz de llevar una historia suya a la portada de Sports Illustrated, la biblia del periodismo deportivo), además de estudiar su método de trabajo, cómo afrontaba las entrevistas, su capacidad a la hora de escribir, recopilar y, por supuesto, renunciar (las muchas horas de testimonios quedaron reducidas, inevitablemente, a unas cuantas citas en la versión final del artículo)… y también ser testigo de cómo se hace un reportaje «a todo trapo», sin reparar en gastos y buscando con método cualquier detalle que el autor pudiera considerar útil y pertinente. El principal inconveniente: el respeto que me imponía la figura de Celia y tratar su asesinato con su familia y sus allegados.

La copa de campeona de Europa de Celia expuesta en la casa club de Santa Marina. © Óscar Díaz
La copa de campeona de Europa de Celia expuesta en la casa club de Santa Marina. © Óscar Díaz

Los días que dedicamos al reportaje sobre Seve Ballesteros transcurrieron sin novedad y cumpliendo los planes previstos, pero como el artículo aún está inédito no voy a dar muchos más detalles al respecto. En los días siguientes nos centramos en Celia, aunque Alan Shipnuck ya había adelantado mucho trabajo en EE. UU. cubriendo el aspecto «policial» de la historia y hablando con su entrenadora, sus compañeras de la universidad y su novio. Con cada entrevista, ya fuera en su pueblo, en el campo donde empezó a jugar al golf o en la cercana Pedreña (donde muchas de sus compañeras competían en el Campeonato de España de Profesionales), se iba completando el puzle, el boceto a lápiz recibía los primeros trazos de tinta, se perfilaba con más detalle la persona. Pero faltaba el color, la luz, el sombreado preciso que solo puede dibujar quien mejor te conoce.

Los senderos que se bifurcan

Antes de que llegara el día que pasaríamos con los padres y el hermano de Celia, Alan Shipnuck me pidió que llevara yo el peso de la entrevista. Prefería quedarse en segundo plano e intervenir solo cuando lo creyera imprescindible para que el idioma no fuera una barrera, y así se evitaban las interrupciones y las traducciones después de cada respuesta. Con buen criterio (pese a que yo no tenía claro que pudiera afrontar esa responsabilidad), Shipnuck pretendía que la conversación fluyera a partir de un cuestionario que consensuamos y que el trance fuera lo más llevadero posible para la familia de Celia. Aún noto el nudo en la garganta.

Dice la maravillosa escritora Ursula K. Le Guin que escuchar no es reaccionar, sino establecer una conexión. Al escuchar una conversación o una anécdota no solo respondemos a ella, sino que nos sumamos y pasamos a formar parte de la acción. Eso es lo que consiguieron que sintiéramos Mirian, Marcos y Andrés, padres y hermano de Celia. Entre los tres fueron capaces de llevarnos a Celia a aquel salón en el que nos recibieron con tanto cariño y comprensión. Pudimos descubrir a una Celia que nos hablaba desde sus libros, desde sus agendas, desde la vitrina con sus trofeos y su retrato, desde el muñeco que le había comprado a su hermano, desde su dormitorio pulcramente ordenado. Fueron dos horas y media de conversación y recuerdos, con los inevitables momentos duros, con lágrimas asomadas a todos los ojos, a un lado y a otro de la mesa, pero, en última instancia, fueron dos horas y media de celebración de la vida de Celia, de su cuidado por el detalle, de su rebeldía metódica, de su voracidad lectora, del amor que nunca escatimaba, de su empeño en los estudios y en todo lo que se planteaba como reto, de su empecinamiento a la hora de mantenerse al lado de los suyos, sin dejar que unos cuantos miles de kilómetros los separaran. Mirian, Marcos y Andrés consiguieron acercarnos a su hija como nadie podría haberlo hecho.

Jack McGurn, el golfista letal

Hace mucho alguien me dijo que aprender de la experiencia era como presentarse a un examen sin que te hayan explicado la lección, ya que hay situaciones a las que solo te enfrentas una vez en la vida. Tal vez me explicaran la lección a posteriori, pero Mirian, Marcos y Andrés fueron los mejores profesores. De ellos recibí lo mejor que aprendí en 2018.

Celia, junto a su madre Mirian en Santa Marina.
Celia, junto a su madre Mirian en Santa Marina.

El magnífico retrato que nos dibujaron con sus respuestas solo podía completarlo una persona con su testimonio: la propia Celia. Para ello, bastan unas pocas palabras que les escribió a sus amigos de la Blume en 2013 y que su familia recogió en el recordatorio que se repartió en su funeral.

«Disfrutad de la vida, cada momento. Cada torneo que ganéis, cada uno que perdáis. Todo cuenta, todo vale. Estar vivo es el mejor regalo y saber que hay alguien querido que piensa en ti, ya ni os cuento.»

9 COMENTARIOS

  1. Ahora me explico lo bueno que era el artículo. Me sorprendió cuando lo ley en golf.coml. Sus artículos sin inversamente proporcionales a su capacidad de pronosticar. (Espero que siga así por mucho tiempo).

  2. Óscar, el mejor artículo que has escrito desde que te sigo, que ya son unos cuantos años.
    Enhorabuena!

  3. Creo que este artículo es el capítulo 1 de algo más, me gusta pero todo lo que ha quedado en el tintero debería también salir a La Luz, a su debido tiempo eso si, o eso espero.

  4. Tuve la enorme suerte de jugar con Celia , íntima amiga de mi hijo en iowa este verano en el mismo campo de horrible recuerdo . Todo se ha escrito de Celia. Los que tuvimos el privilegio de conocerla .. lo mucho q hizo por mi hijo ni èl ni yo lo olvidaremos jamás . Mi hijo sigue en Iowa intenta to llevarlo lo mejor posible e intentando seguir el legado q le dijo Celia : unir al grupo de estudiantes españoles en la universidad de Iowa State. La sonrisa y las ganas de vivir de Celia … precioso reportaje !!

  5. Oscar, como siempre, es un auténtico placer leerte. Eso sí, nos tienes que contar lo que has dejado en el tintero en otra ocasión. Y en cuanto a tus bloqueos, estoy seguro que eres muy exigente contigo mismo pero que sepas que tienes a mucha gente que te admira y que estamos esperando tus artículos, porque además de golf aprendemos de un montón de cosas. Así que te animo a que sigas adelante y que pienses que incluso algo que no te convenza al 100% a nosotros nos va a encantar!

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