Inicio Aquel crespón negro por Miguel Ángel Blanco

Aquel crespón negro por Miguel Ángel Blanco

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La primera vez que lo vi en persona fue en julio de 1997. Tiger era accesible. Tom Kite, el capitán del equipo estadounidense de la Ryder Cup, vino con algunos jugadores a entrenar a Valderrama el fin de semana previo al Open Británico. Meses antes, con el propósito de allanar el camino y ganarme la confianza de los contrarios, me llevé de tapas por el Madrid de los Austrias a Kite y a su mujer, sabiendo que el plan no podía fallar: ese primer encuentro y, luego durante la semana de la Ryder Cup, todo fueron facilidades ante las demandas de la prensa.

Aquel caluroso fin de semana de julio fue muy doloroso para España por causa del secuestro y ejecución del joven concejal vasco Miguel Ángel Blanco. Nuestro país vivió momentos dramáticos e inolvidables; la sociedad española, conmocionada, se echó a la calle en multitudinarias manifestaciones implorando, primero su libertad y, más tarde, llorando su pérdida. El domingo repartimos crespones negros entre todos los que nos encontrábamos en Valderrama; relatamos a Tom Kite lo sucedido, pidiéndole que también los exhibiesen sus jugadores en señal de respeto, y así lo hicieron, Tiger el primero.

Volví a verle durante la Ryder Cup. Tiger seguía siendo accesible. Los días previos a la competición los jugadores comparecían de dos en dos ante los mil cuatrocientos periodistas acreditados. Woods hizo su aparición en el Centro de Prensa junto a su gran amigo y apoyo, Mark O’Meara. Justo antes fue el turno de Fred Couples, quien me dio un folio doblado para que se lo entregase a Tiger. Cuando lo desplegó, por el rabillo del ojo, pude leer el mensaje del bromista de Couples: «Soy la rubia que ha estado siguiéndote toda la mañana. En una hora te espero junto al campo de prácticas». Tiger lo volvió a doblar guardándolo en su bolsillo y esbozó una amplia sonrisa.

Le vi por tercera vez en noviembre del 99 cuando vino a Valderrama para disputar el WGC-American Express. Tiger ya no era accesible. Para mi sorpresa, se había transformado en una súper estrella hierática e inexpresiva… ya no sonreía. Llegó rodeado de seis guardaespaldas, rodeado de preparador y psicólogo, rodeado de asistentes, rodeado… pero a la vez muy solo y recluido en su propio entorno. A los responsables y voluntarios del Centro de Prensa nos prohibieron terminantemente acercarnos o pedirle autógrafos. Sentí pena por él. Tenía 23 años.

He conocido a jugadores que han alcanzado el éxito y la fama demasiado pronto (nadie está preparado para ello), que no han vivido lo que otros chicos de su edad experimentan en su niñez o adolescencia, que no han tenido vida propia sino dirigida, primero por sus padres y más tarde por sus acólitos… Cuando no asciendes peldaño a peldaño, no vives lo que corresponde a cada etapa y no eres dueño de tu vida, más tarde o más temprano te acaba pasando factura. Y la de Tiger ha sido demasiado elevada.