Inicio Blogs Caddielandia Cuando casi tardas una hora en jugar un solo hoyo…
Raúl Quirós escribe una increíble anécdota ocurrida este año junto a su 'jefe' Pablo Larrazábal

Cuando casi tardas una hora en jugar un solo hoyo…

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Vamos a situarnos. Hero Indian Open, el pasado mes de marzo de 2016. En la segunda ronda, acabando por el hoyo 9, vamos en una situación más o menos cómoda, pero en el hoyo 8 cae un doble bogey en un par 5 que nos pone en una situación delicada. Pablo resuelve bien con un birdie en el 9. Estamos dentro del corte sobrados, aunque muy atrás en la tabla.

El sábado salimos con todas las ganas del mundo. Lo habíamos hablado: el leaderboard está apretado y una buena vuelta nos puede hacer ganar muchas posiciones. Pablo estaba con confianza, habíamos pasado todos los cortes hasta ese momento y ya había conseguido buenos resultados en Qatar y en Malasia

Antes de continuar hay que hacer una aclaración para quien no conozca el Delhi Golf Club. Es un campo corto, pero con mucho peligro si no vas por el sitio. Te espera una auténtica selva a ambos lados de la calle en muchos hoyos del recorrido.

Así que ahí estábamos el sábado a la ocho de la mañana en el tee del 1, par 5, con toda la alegría y concentración del mundo. El primer disparo se fue directo a la izquierda, muy desviado, al medio de la jungla. Por supuesto, Pablo tiró una provisional, pero después, increíblemente, encontramos la primera bola. Pero allí no había manera de jugar, no había espacio para nada. Nos pusimos a buscar algún claro en la jungla hacia detrás, en línea a bandera. Pero moverse por allí era dificilísimo. Casi habríamos necesitado un machete para abrirnos paso. Avanzar unos metros costaba muchísimo, aunque después de un cuarto de hora o más, finalmente conseguimos llegar a una zona aislada, perdiendo unos cien metros de distancia, desde donde jugar más o menos…

Pablo pegó y la bola, tras sobrevolar ese flanco izquierdo del hoyo, no llegó a salir al fairway. Nuestros compañeros de partido algo habían visto u oído, pero la bola no aparecía. Estuvimos buscando y finalmente dimos con ella, pero estaba injugable, todavía dentro de la selva. Otra vez había que buscar un hueco para poder jugar el quinto golpe, después de las dos penalidades…

Como podéis suponer, el lugar desde donde tuvo que pegar tampoco era una maravilla. La bola se cruzó la calle y fue a parar al otro lado, de nuevo metiéndose dentro de la maleza. Terrorífico. Pero esta vez no tardamos en encontrar la bola. Pablo tenía más o menos algo de espacio para hacer medio swing y, en vista de la situación, ya sólo teníamos un camino: pegar todo lo duro que pudiera para que la bola atravesara un arbusto y así poderla sacar finalmente a calle…

Pablo, desesperado, me miró como diciendo: esto es lo único que podemos intentar y, si no sale, recogemos y nos vamos…

La bola, en efecto, atravesó a duras penas esa zona de maleza y salió, pero todavía teníamos un tiro medio-largo a green. A todo esto, hay que aclarar que en aquel momento ya habíamos dado paso a tres partidos, así que imaginaros la situación. Desde allí el séptimo golpe fue a un bunker de green y luego Larry hizo la sacada y el putt para completar un ‘9’ tremendo en el hoyo 1, después de unos cincuenta minutos de lucha y angustia.

Cuando ocurre algo así, hay que tomarlo como lo que es, un accidente extraño. Así lo entendió Pablo, que desde ese punto en adelante hizo un parcial de dos menos en 17 hoyos y salvó el día.