Todos los deportes de masas, aquellos que son practicados o seguidos por millones de personas, se convirtieron ya hace tiempo (o mucho tiempo, según los casos) en un negocio, si nos referimos a la parcela súper profesional.
La mayoría de las grandes estrellas, si no todas, en la actividad deportiva que sea, compiten por dinero, en primer lugar; por la gloria deportiva, en segundo lugar; por dinero, en tercer lugar; y en cuarto lugar, ya veremos (es decir, dinero). Los más pragmáticos, que los hay a montones, sitúan la gloria deportiva en el tercer lugar: dinero / dinero / gloria / ya veremos (es decir, dinero). Incluso en el cuarto escalón: dinero / dinero / ya veremos (es decir, dinero) / gloria.
¿Quedan algunos románticos que sólo se muevan por la gloria deportiva? En realidad, es casi imposible: si eres bueno y lo eres de una manera consistente y prolongada, te forrarás de pasta, lo quieras o no. Y, además, ni al más romántico o desprendido le empacha un dulce. O una tonelada de ellos.
El dinero no es sucio per se, más bien todo lo contrario, pues más allá del sesgo interesado, parcial y mezquino de determinadas ideologías, que tienden a identificar la igualdad de oportunidades con un rasero mínimo para todos, la riqueza no tiene por qué chocar frontalmente con la moral, la ética, los valores o cualquier otro intangible puro y virginal, y sí puede ser fuente de progreso y prosperidad.
Otra cosa es que, allá cada cual con sus prioridades y sus enfoques, el dinero sí pueda convertirse en un problema vital y personal, lo crean o no quienes están convencidos de que aquel que renuncia a un cierto nivel de vida material, o a la posibilidad de alcanzarlo, sólo lo hace porque en realidad es incapaz de acceder a tal estatus, normalmente por culpa de sus propias taras.
Cada cual, al amanecer, en el meridiano o en el ocaso de la vida, según los casos y la experiencia personal, termina al menos esbozando la respuesta a la dichosa pregunta: ¿el dinero da la felicidad?
Pero seamos francos. Todos conocemos el caso de alguien que, con mucho o muchísimo dinero, es razonablemente feliz, y asimismo el de aquel que, con lo justo, también lo es. La cuestión es que, si cualquiera se ve en la piel del primero, NUNCA cambiaría su posición por la del segundo; sin embargo, en la piel del segundo, SIEMPRE cambiaría su posición por la del primero… Por si acaso, vaya. De acuerdo: quizá no ocurriera SIEMPRE, sólo en el noventa y cinco por ciento de los casos.
En fin: valga este temerario introito para llegar a otra pregunta, ya que en el debate que circunda al cisma del golf, el parné, la pasta, el money, money ha sido y es pivote de todos los análisis y de la mayoría de opiniones, de una u otra manera.
¿Nos hará más ‘felices’ el dinero de LIV Golf a todos los que componemos el circo del golf, desde el Número Uno del mundo al último de los aficionados?
La respuesta es…
Por desgracia, señores y señoras, la respuesta es que, en principio, no nos va a hacer más ‘felices’ a todos. No al menos mientras el cisma deje de serlo y se estabilice el modelo de competición ‘victorioso’. Es así porque el modelo nuevo y revolucionario, la nueva competición propuesta, es poco menos que un engendro más preocupado de satisfacer el bienestar de sus estrellas que de, en efecto, brindar un reto deportivo a la altura. Se trataba sólo de reunir a los mejores, a todos cuanto pueda, para tenerlos enmarcados en una foto, digámoslo así, para llevarlos (y llevarnos) una vez al mes de excursión a Disneylandia.
David, Enhorabuena por tu artículo, la verdad es que es una gozada seguir a Ten Golf y su gran elenco de Profesionales, sin duda, la mejor página web de golf de España.
Una curiosidad y hasta, porque no, «deberes» para vosotros. Se sabe lo que ha cobrado Bryson, Dustin, Phill…y de Sergio? Porqué cifra mas o menos puede tener el contrato cerrado?
Creo que sería interesante conocer este dato de Sergio al igual que el del resto para todos los fieles seguidores tuyos y de Ten Golf.
Gracias de antemano y Felicidades por vuestra fantástica labor y profesionalidad.
Abrazos