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Que no nos vengan otra vez con monsergas…

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Willie Park Sr., primer ganador del Open Championship en 1860.
Willie Park Sr., primer ganador del Open Championship en 1860.

Si uno está en Arabia, como es el caso, en un campo donde los pegadores pueden soltarse en muchos tees con premeditación y alevosía, y en un torneo en el que están, entre otros, Bryson DeChambeau, Dustin Johnson, Tony Finau, Wilco Nienaber, Jason Kokrak, Jhonattan Vegas, Dean Burmester, Brandon Stone, Álvaro Quirós, Haydn Porteous o Adri Arnaus, por no hablar de los García, Casey o Fleetwood, que también copan ya las plazas de privilegio en las estadísticas de distancia, entonces no queda otro remedio que entregarse al hipnótico zumbido del drive, cuando ya ha sido disparado desde ese punto de no retorno, en lo alto del backswing…

Nos ‘colamos’ en el laboratorio de Bryson DeChambeau

¿Se comerá el golf de los bombarderos inmisericordes cualquier resto que vaya quedando de imaginación y puro talento? ¿Se está reduciendo este deporte al bofetón y tente tieso? El ‘boom’ DeChambeau ha recrudecido el debate y hasta las instituciones que velan por el desarrollo del golf mundial (Royal & Ancient y USGA) se han apresurado a poner algunas vallas al campo (pinchar aquí para ver información).

Es una manera de verlo, pero conviene no engañarse. En este deporte siempre hubo quien aspiró a tomar ventaja sobre el resto mandando la bola más lejos. El legendario escocés Willie Park Sr. fue el primer ganador del Open Championship (1860) ante un ‘field’ de sólo ocho jugadores, entre los que él destacaba precisamente por… su pegada. Zurraba más largo que la gran mayoría, según cuentas las crónicas antiguas, y todavía tuvo fuerza, pegada y arrojo para ganar tres British más. Mejor será entonces que no nos vengan ahora con monsergas apocalípticas del Siglo XXI los cenizos del cualquier tiempo pasado fue mejor.

Empieza la cuenta atrás para cambiar palos y bolas para limitar la distancia

Otra cosa muy cierta y razonable es que tanto el R&A como la USGA anden preocupadas por la sostenibilidad del golf, de sus campos, y que por tanto traten de evitar entre otras cosas que sean cada vez más largos y, por tanto, más costosos (ojo: y aburridos). No está de más regular y establecer ciertos controles, pero de ahí a proponer una involución, un retroceso, o a estigmatizar de algún modo a los grandes pegadores, va un trecho. Como si ellos fuera incapaces de mover la bola, de producir golpes asombrosos o de sencillamente ser los mejores en todas las parcelas del juego. La revolución que lideró Tiger Woods, sin ir más lejos, tuvo mucho que ver con la pegada de este jugador. La evolución del juego, de los materiales y de los propios jugadores, fue, es y será imparable. No puede ser de otro modo. Siempre habrá quien le pegue más largo que el anterior gran bombardero; llegará quien deje atrás a DeChambeau, Champ, Johnson, Wolff y compañía, nadie lo dude.

Nueve hoyitos de prácticas con Dustin Johnson y Phil Mickelson

Y siempre habrá impenitentes puristas que nos vuelvan a recordar que esto no es golf y que la época dorada de los catorce palos quedó atrás. De poco o nada servirá que les demostremos que siempre habrá lugar para los que no van tan largos (el año pasado, aquí, en este mismo escenario saudí, se puso a soplar el viento y Graeme McDowell le robó la cartera a todos los bombarderos); que siempre habrá pegadores medios capaces de exprimir su juego al ciento por ciento para sumar victorias, y que el hecho de ser un gran pegador no está reñido con el talento alrededor de green o con el puter en la mano, suertes del golf que siempre resultarán definitivas en la hora de la verdad.

El precioso mensaje de Casey sobre Seve y los ‘medio-lentos’ de Campillo

¿Se puede pretender tener éxito hoy en el baloncesto de élite con un quinteto que no alcance el 1,95 de estatura de media, tal y como ocurría con aquel Real Madrid campeón de Europa del año 1974? Ni siquiera hoy, cuando el triple ha dejado de ser un recurso para transformarse en fundamento, sería viable. ¿Tiene algo que ver el fútbol de alta competición que se practica hoy con el que se jugaba hace, incluso, apenas quince años? Lo cierto es que no. La evolución es imparable y, aunque parece que se lo lleva todo por delante hasta el punto de desnaturalizar el deporte que sea, la realidad de los hechos nunca ha dejado de demostrar que el juego siempre encuentra la manera de salir airoso y de enfocar al talento de una u otra manera.

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