Más brochazos Ryder.
– Si mi vida dependiera de que un jugador cazara la calle y el green del hoyo que ustedes me digan, creo que la pondría en manos de Jason Dufner…
– Resulta estremecedor y, por otro lado, admirable, cómo llevan los americanos hasta las últimas consecuencias su sentido de la jerarquía en el deporte. Si hay que llevar a la Ryder a un jugador que no está en forma (Stricker) para que Tiger se encuentre cómodo, se lleva. Si hay que estar un año entero dándole vueltas a la idea de que Woods juegue cuatro puntos en vez de cinco, se está. Si resulta que su récord en la Ryder es más bien pobre y que, además, es manifiesta su incapacidad de hacer equipo, de crear corrientes de energía positiva más allá de su ombligo… Da igual: es Tiger Woods, catorce veces ganador de grandes. Y no hay más que hablar.
– El tiro de Luke Donald en el 17, respondiendo al zarpazo de Woods y convertido posteriormente en birdie, se llevó lógicamente todos los honores. Pero por delante de ese tiro hubo un señor que previamente rebajó los niveles de ansiedad y presión del inglés, dejando su bola en green, muy bien situada y en disposición ya de contestar al rugido del Tigre. Grande, Sergio, que tiene que bailar con la más fea más veces de lo que parece.
– McIlroy se ha guardado una vuelta de 64 golpes para hoy.
– ¿Y Westwood? Creo que su juego al completo se ha desquiciado porque se ha sentido incapaz de leer los greenes de Medinah. Espero que haya encontrado algo.
– Para qué nos vamos a engañar: cuesta encontrar en los emparejamientos individuales de hoy esos ocho puntos que necesita Europa. Hagan como yo y no pierdan el tiempo. Hoy no existen las matemáticas; sólo disfrutemos del intento heroico.
