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La sorprendente resignación de Tiger Woods

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En los buenos tiempos Tiger bien pudo parecer arrogante en su forma de ser, de estar y también de decir las cosas. Pero todo ello no dejaba de ser el reflejo de una sola cosa: la enorme confianza en sí mismo y el pleno control de todas las situaciones en el campo. Si no era este golpe, sería el siguiente, si no era en este hoyo, sería en el próximo, si no era hoy sería mañana. No había duda ni fisuras, sólo accidentes pasajeros.

Hoy, su lenguaje corporal, y el que no es corporal también, transmite un punto de resignación sorprendente, por venir de quien viene, y dañino, porque no hay costumbre que más profundo arraigue que la resignación. «El primer día pegué atrás con el sand wedge en el hoyo 1 y la tiré al agua. Antes había pegado atrás el hierro 3 en el tee. Luego pegué atrás con el hierro 8 tirando al green del hoyo 2, después envié la bola a una chuleta en el 4… Era una cosa detrás de otra». Pura resignación en el mensaje y en el tono apagado de la voz.

El asunto se ha puesto feo e insondable, puesto que Woods lleva más de cuatro meses, desde unas semanas antes del Masters, entrenando y compitiendo sin dolores de ningún tipo, sin molestias, en la plenitud física que puede disfrutar un golfista de 39 años, ciertamente limitado por culpa de un extenso parte médico de lesiones anteriores, pero en excelentes condiciones físicas al fin y al cabo. Y, después de un repunte en Augusta, por primera vez en su carrera ha fallado el corte en dos Grandes consecutivos. No sólo los ha fallado, es que ni los ha rozado. Asimismo, ha fallado tres cortes en sus últimos cuatro ‘majors’, los mismos que falló en los primeros 65 que jugó…

Podría argumentarse que en el PGA de 2014 todavía estaba jugando mermado y, en un ejercicio de condescendencia, que en Chambers Bay nunca se encontró a gusto, que aquel diseño y aquellos greenes lo volvieron loco. Pero lo del Old course no tiene mucho sentido, se mire por donde se mire. Y él lo sabe: «los greenes estaban tiernos, el campo estaba jugable y apto para hacerle resultado. Sólo ha ocurrido que cada putt clave que he tenido no lo he convertido, y tampoco ese otro tipo de golpes necesarios para alcanzar el ‘momentum’. Pegué buenos golpes, encadené buenos golpes y hoyos bien jugados, y por tanto me puse en posición de empezar a hacer birdies, pero no lo hice».

La pregunta es si está dispuesto a salir de su zona de confort (nadie se la ha ganado más que él, por otro lado) y ponerse en manos de un entrenador con cierta ascendencia sobre él y sus horarios, por ejemplo. O bien mirar a los ojos de Chris Como, que no es ningún indocumentado, y de una vez por todas estar dispuesto a escuchar lo que este señor tenga que decirle, lo que piensa de verdad…

La gran incógnita, en definitiva, es si Tiger está buscando respuestas serias y si está dispuesto a modificar costumbres, rutinas y planes de trabajo. Porque con lo que está poniendo sobre la mesa, no le llega.