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Nadie nos quitará esos cinco o seis minutos de magia en el Emirates

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Lucas Herbert en el hoyo 18 del Emirates Golf Club. © Golffile | Thos Caffrey
Lucas Herbert en el hoyo 18 del Emirates Golf Club. © Golffile | Thos Caffrey

Adri Arnaus ha mantenido (y hasta reforzado) el vínculo que une al Emirates Golf Club con el golf español. Digamos que su tercer puesto es botín suficiente para alimentar el mito. Pero, además, una vez que uno andaba ya metido en las clásicas cábalas dominicales, a salto de mata, nadie podrá quitarnos esos seis o siete minutos en los que incluso se entreabrió una opción remota de victoria para el barcelonés.

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Ocurrió cuando Bezuidenhout, el sudafricano que iba en el partido de delante del español, echó la bola al agua con el tercer tiro en el 18, par 5. En aquel momento, un doble bogey, posibilidad más que razonable, ponía a tiro la gran carambola, porque el accidente coincidía con el birdie de Adri en el 17. Ya ‘sólo’ tenía que ocurrir que, en primer lugar, Arnaus hiciera el birdie en ese 18 y que Herbert, su compañero de partido, no lo hiciera. Tampoco era pedir imposibles y, en ese caso, se habría dado un triple empate (Bezuidenhout, Arnaus y Herbert) con -8 en lo alto de la clasificación.

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Por supuesto, también era necesario que ninguno de los que venían por detrás superara ese registro de -8, posibilidad que, siendo complicada, tampoco parecía ninguna quimera, tal y como estaba el día, algo más que delicadito, y sabiendo (como sabemos todos) que nunca es sencillo para los últimos partidos superar un resultado exigente que ya campa a sus anchas en la casa club.

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Se entiende que cualquiera de ustedes, estimados lectores, pudiera espetar el clásico entre los clásicos: y si mi abuela fuera una bicicleta, no sería mi abuela, sino una bicicleta. Sin embargo, hemos visto ya tantas cosas en un campo de golf que, honestamente, una vez se fue al agua la bola de Bezuidenhout, aquella carambola no era el sueño imposible de una tarde de invierno dubaití.

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Fueron, ya digo, seis o siete minutos de magia y taquicardia, porque la séptima victoria de un jugador español en este oasis entre el desierto y el hormigón, era una opción que se había hecho real y, cuando se puede, nos gusta barrer para casa. Seis o siete minutos. Los que pasaron hasta que el sudafricano embocó un putt de unos cuatro metros para salvar el bogey. Arnaus, sea como sea, añade ya su nombre al cantar de gesta. Año tras año, cuando enumeremos los logros más sonados del golf español en el Emirates, aparecerá este tercer puesto. Y lo que tenga que venir, que por supuesto ya lo contaremos.

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