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Vademécum

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Andrew Johnston, en el Andalucía Masters © Golffile | Eoin Clarke
Andrew Johnston, en el Andalucía Masters © Golffile | Eoin Clarke

Pesan los años, los quilos, los madrugones y hasta las pestañas. Y eso que la cena reponedora del viernes, cortesía del Real Club Valderrama, fue exquisita. Pero uno va necesitando ya incorporar un vademécum en la bolsa de viaje para consultar remedios para los dolores: de pies, de espalda, de cabeza, de pechito por el tabaco, de dedos por el tecleo (exageración andaluza)… Estoy molido, nunca me he acostado tan pronto en mis visitas sanroqueñas. No me enredo y me acuesto tempranito. Un ¿niño? bueno. Pero casi que es mejor salir porque a las cuatro de la mañana me desperté sobresaltado creyendo que había una bacanal en mi hostal. Portazos y ruidos por todos lados. Nada más lejos de la realidad. Eran los ‘greenkeepers’ alojados allí que se aprestaban a preparar el campo. Como jardineros y con la hierba seguro que no tienen precio, pero con los pomos de las puertas no se esmeran demasiado.

Llego al campo arrastrando los pinreles, aunque pronto me activo, quizás por la foto con la bella Agustina. Salgo disparado para ver a Quirós y Elvira, única pareja española en las ternas sabatinas. Hace una mañana espléndida, ni gota de viento y sol que va picando con el paso de las horas. Muchos aficionados se congregaron para ver al gaditano y al santanderino, disfrutando de lo lindo con el birdie al uno de ambos. Luego se quedó la cosa parada y tras el nueve, con el gaznate suplicando que lo regara con agua, me fui a comer, no sin antes disfrutar en el 1 del eagle de Wiesberger, que embocó desde la calle. Me pillaba de paso al green del 9.

En el almuerzo me entraron ganas de pedir que rociaran la ensalada césar con dos o tres ibuprofenos. Me contuve. Coincidí allí con el caddie y con el agente de Rahm. Hablaban muy bajito y casi me caigo de la silla por arrimar la oreja. Vi pasar cabizbajos a Otaegui y luego a Fernández Castaño, así que mejor quedarme en mi sitio y no sumarme al paseo vespertino.

Y, cómo no, todos los caminos conducen a Larrazábal (y a Gavins, que ha jugado con él los tres días). El hombre venía de dos pinchazos en el 8 y el 9, pero al par en el día. Su padre debe estar hasta el gorro de encontrarse con un larguirucho acalorado. Le pido disculpas por la turra desde este humilde blog. Los birdies en el 11 y en el 13 pero se enfangó del 15 al 17 y se torció la vuelta.

Antes que el barcelonés iba Johnston y me asomé al green del 12 para apoyarlo. Fue de bunker a bunker y salvó un gran bogey. Justo después tuvo un rifirrafe su compañero Lagergren con el caddie del inglés, a quien le reprochó las malas formas con las que se había dirigido a su caddie para rastrillar uno de los obstáculos de arena. El bueno de Beef optó por no mediar; menos mal, porque de un soplido puede mandar al sueco a Algeciras.

Son cerca de las seis y no hay vademécum que me pueda quitar la modorra. Lo mejor será una cena a la inglesa, a las nueve en la piltra y a las cuatro de la mañana me pongo en planta y me vengo al campo con los greenkeepers.