El 27 de febrero me desperté con fotos de mi abuelo, que habría cumplido años ese día, en los grupos de whatsapp de mi familia. Mi abuelo anduvo en este mundo casi un siglo, sembrándolo de cariño, dando ejemplo, abriéndonos camino, haciéndonos mejores. Es raro el día en que no recuerde la mirada clara con la que veía el mundo, su sonrisa, su paciencia. Se marchó un 1 de noviembre, meses antes de que nuestra existencia se torciera por el coronavirus.
El 27 de febrero de hace dos años falleció José Pinto, cuyo atril en el plató de Boom ocupo desde hace tiempo. Como escribí hace tiempo, no puedo alardear de haber sido buen amigo suyo. Nos faltaron ocasiones, tiempo, encuentros y palabras para forjar esa amistad, pero todas las veces en que nos cruzamos fueron memorables. Disfrutamos de nuestras payasadas, de nuestro gusto por la vida, de las ganas de compartir, cantar y contar, hablar y escuchar, saber y aprender. Disfruté de su voz y de su silencio, de su carácter abierto, pero también de su reserva, de lo que había más allá del personaje televisivo.
El 27 de febrero de este año nos ha dejado José Manuel Cortizas, periodista de El Correo, compañero de fatigas en salas de prensa y campos de golf, maravilloso ventrílocuo que abre todos los podcasts de Ten Golf con su eterno «saludos cordiales». Corti es una de esas personas, escasas, preciosísimas, que te atropella con su humanidad desde el primer instante, y así sucedió en la primera cena que compartimos, con Carlos Palomo, mi querido Loco por el Golf, y mis compañeros de Ten Golf, en Guadiaro, hace algo menos de cuatro años. Ya tenía referencias de él y habíamos compartido ratos en la sala de prensa, pero aquella noche fui plenamente consciente de que ante mí tenía a alguien muy especial, a alguien que contenía multitudes. Como en el caso de José Pinto, tampoco me puedo preciar de haber sido uno de sus mejores amigos, pero sé el efecto que ha causado en mí y en gente a la que estimo. No es casual.
Podcast: Corti, esta Bola Provisional va por ti…
España es un país de elegías, siempre lo ha sido, y llevamos más de un año afinando a la fuerza (por desgracia) nuestro talento para las despedidas. Cabría pensar que toda elegía es un fracaso, palabras no escuchadas por quien quisiéramos que las recibiera, abrazos no dados, consuelos vanos, dolor encauzado por un camino que no lleva a ningún sitio… pero es mucho más que eso.
El morrosko de Barrika no sabe lo que son los minutos de la basura
A veces te encuentras la frase más adecuada en el sitio más insospechado, la respuesta a la disquisición anterior en el diálogo de una serie de televisión aparentemente intrascendente. Ayer, después de un día largo y difícil, intentaba poner la mente en blanco a última hora de la noche con algo que no precisara mucho esfuerzo intelectual, y me puse a ver un capítulo de Wandavision. «El duelo es el amor que persevera», dijo uno de sus protagonistas. Por eso lloramos a Corti. Por eso lo seguiremos llorando.
