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Después del paréntesis

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Nacho Elvira. © David Lloyd | Golffile

Decía T. S. Eliot en La tierra baldía que abril era el mes más cruel, pero Eliot no tenía Twitter. Si llega a vivir en nuestros tiempos, después de ver los quejidos, lamentos y suspiros que se generan en estas fechas seguro que le habría asignado ese adjetivo a septiembre. A los traumatizados por la llegada de este mes les recomiendo el September, de Earth Wind & Fire para que lleven un poco mejor la “vuelta al cole”, aunque entiendo que una canción es escaso bálsamo para la bofetada de realidad que solemos recibir en estos días.

Marion Hollins, nacida libre

Por circunstancias este año apenas he tenido vacaciones, pero los pocos días que he andado por ahí perdido he conseguido alcanzar ese estado casi ideal de no saber en qué día vives. Entre helechos y maizales, recorriendo los acantilados de la costa cántabra y mirando el mar, era fácil perderse y olvidarse de casi todo, aunque la realidad se empeñe en asomarse a ráfagas a través del móvil. Por supuesto, algunos de los vistazos que me robaba este aparato diabólico eran para mantenerme al tanto de la actualidad golfística, siempre gracias a la magnífica labor de mis compañeros de Ten Golf. Así he estado al tanto de las novedades de las últimas semanas, de la enésima polémica por el juego lento, de la operación de Tiger Woods, de las hazañas de Rory McIlroy y de la pugna incesante de Jon Rahm con los primeros espadas del PGA Tour, circuito que está a punto de levantar un nuevo telón después de una brevísima pausa. Pero he de confesarles que no he estado muy encima de la actualidad deportiva: aunque suene demasiado solemne, como aquel escritor que decidió dejar inacabadas sus memorias porque prefirió vivir sus últimos años y no escribirlos, he preferido aprovechar los pocos días que me he dado de respiro.

Johnny Bulla, un golfista de altos vuelos

Decía el escritor angloirlandés Robert Wilson Lynd que es prácticamente imposible recordar lo trágico que es el mundo cuando se está jugando al golf, y en líneas generales estoy de acuerdo con su aforismo. Pero ese “prácticamente” que utiliza Lynd para denotar prudencia deja abierta la puerta. Todos llevamos a cuesta una mochila más o menos cargada de temores, y entre ellos está el miedo al capricho del azar. Sin querer ponerme muy determinista, la vida, cuando se empeña, enreda, y le da igual que en ese momento estés en un campo de golf o en cualquier otro entorno más o menos controlado y seguro. Los golpes llegan sin avisar.

Raíces profundas

Quienes los reciben se encuentran de repente en el punto de partida de un largo camino, un trayecto que nunca pidieron emprender. Algunos son incapaces de dar el primer paso, el más difícil, aunque estén rodeados de acompañantes bienintencionados. Otros, sin embargo, saben mirar al frente sin renunciar al dolor que sienten porque dicha renuncia sería, en cierto modo, olvido, y es imposible olvidar, aunque sea una pizca, a quien se ama. Pero, al mismo tiempo, son capaces de ver más allá y celebrar la vida de quien ya no está. Y algunos tenemos la suerte de asomarnos de vez en cuando a su mundo, y de compartir unos momentos con ellos y de reír o llorar, cuando toca hacer una cosa o la otra. Es un privilegio. Gracias Mirian, Marcos, Andrés. Y, por supuesto, gracias, Celia.