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El nuevo Capitán América

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Patrick Reed celebra su victoria en el Masters.
Patrick Reed celebra su victoria en el Masters.

El nuevo Capitán América no tiene ese tipo de cuerpo musculado que parece salido del cincel de un escultor griego clásico ni hace que se tambaleen los cimientos de mi heterosexualidad como su homólogo cinematográfico (¿han visto ustedes a Chris Evans con barba en el tráiler de Infinity War?). El nuevo Capitán América suele aparcar la modestia y, aunque con el tiempo va moderando su discurso, tiende a la desmesura. El nuevo Capitán América acaba de añadir el Pantone 342 del verde Masters al azul, blanco y rojo que conforman su uniforme habitual y, como sin duda habrán supuesto, se llama Patrick Reed.

Hasta Donald Trump felicitó a Patrick Reed…

Reed juega con ganas de demostrarle al mundo que se equivoca, que los espectadores hacen mal en preferir a Jordan Spieth o a Rickie Fowler, los chicos buenos del barrio

En los tebeos (y luego en el cine) Steve Rogers es un soldado enclenque que, gracias al suero del supersoldado, se convierte en un arquetipo heroico e inolvidable dedicado a defender la justicia y el modo de vida americano. Patrick Reed tiene poco de arquetípico, y su suero del supersoldado es ese cóctel de ansia competitiva y ganas de ganar que le llevan a destacar en las situaciones más delicadas. Su tipología es opuesta a la del 90% de los componentes del top 20 del ranking mundial, el único «gordito» entre tallos apolíneos… o casi apolíneos, que reconozco que Rahm, Leishman y Mickelson se escapan a esa definición, aunque su talla y su envergadura sean muy superiores a las de Reed. Su swing se aleja del canon, con un pie izquierdo que patina y se encara hacia el objetivo a su aire y con molinillos en el finish que le ayudan a manipular el vuelo de la bola. Su perfil tampoco parece atraer a los expertos en marketing y hasta ahora Reed es uno de los pocos jugadores de la zona alta del ranking mundial que no tiene contrato de patrocinio de material. De ahí que en su bolsa encontremos palos de seis marcas distintas… y que use un bonito paraguas de la Ryder Cup, quizá una táctica psicológica para amedrentar a sus rivales europeos.

Tiene poco de arquetípico, y su suero del supersoldado es ese cóctel de ansia competitiva y ganas de ganar que le llevan a destacar en las situaciones más delicadas

Más allá de cualquier consideración técnica o fisiológica, lo que distingue a este nuevo Capitán América es su carácter indómito, su capacidad de reacción, su rabia bien canalizada. Reed juega con ganas de demostrarle al mundo que se equivoca, que los espectadores hacen mal en preferir a Jordan Spieth o a Rickie Fowler, los chicos buenos del barrio, o incluso a un Rory McIlroy que el público estadounidense ha adoptado como suyo, que se merece ese lugar entre los mejores del mundo que, desde su punto de vista, lleva ocupando desde 2014, digan lo que digan las cifras.

Lo que Jon aprendió este domingo y su próximo desafío

En la jornada decisiva del Masters, Reed fue capaz de neutralizar a un McIlroy que se autodestruyó sobre los greens de Augusta, y consiguió mantener a raya a Jordan Spieth y Rickie Fowler, heroicos en sus remontadas, y a un Jon Rahm que estuvo más cerca de lo que indica el marcador final. Su principal baza: el talento para la réplica oportuna, ser capaz de responder a cada bogey con un birdie, independientemente de lo que hicieran sus rivales. Y sí, la suerte se alió con él en dos o tres momentos puntuales (esa bola que se quedó milagrosamente enganchado en la hierba que bordea el riachuelo del hoyo 13, ese putt vertiginoso que se frenó en la cazoleta del hoyo 17), pero si somos justos todos los jugadores más destacados tuvieron golpes de fortuna (nunca mejor dicho) similares a lo largo de las últimas vueltas (que se lo pregunten a McIlroy o a Rahm en la tercera vuelta).

El final del Masters fue cruel para un Jordan Spieth que llegaba encendido y con el récord del campo entre ceja y ceja

No harían mal en tomarle a Jon las medidas de la chaqueta…

Cierto es que el final del Masters fue cruel para un Jordan Spieth que llegaba encendido y con el récord del campo entre ceja y ceja. Una mala salida en el 18 le alejó de protagonizar una proeza histórica y de redimirse en el escenario que le tumbó de manera cruel dos años atrás. Cuando Nick Price batió el récord de anotación el sábado de la edición de 1986 al hacer 63 golpes, en el hoyo 18 tiró para birdie pero la bola le hizo una corbata completa en el hoyo. En palabras de Price, era como si el mismísimo espíritu de Bobby Jones hubiera parado la bola con la mano como diciéndole: «Ya basta, muchacho». Lo cierto es que el espíritu de Bobby Jones tuvo trabajo, porque Paul Casey también llegó en disposición de «mancillar» el honor del impecable Augusta National, aunque acabó con dos bogeys consecutivos. Con respecto a Fowler, nada que objetar. Aunque será magro consuelo para él, ha dado un paso más y cada vez está más cerca de su primer major, exactamente igual que un Jon Rahm a quien le faltó un metro en su segundo golpe del 15 para dar un buen susto a sus adversarios.

El espíritu de Bobby Jones tuvo trabajo, porque Paul Casey también llegó en disposición de «mancillar» el honor del impecable Augusta National

Pero volvamos con el merecido campeón, con el exuberante Patrick Reed. Después de la jornada dominical del Masters, el nuevo Capitán América ya tiene escudo con el que neutralizar las críticas y no es de esa aleación indestructible de vibranium y adamantium de los cómics, sino de lana y poliéster y en forma de chaqueta, con dos botones y un parche con la inconfundible silueta del logotipo de Augusta.