Inicio Blogs Golpe a golpe El rugido y la ovación, interacción y propuesta

El rugido y la ovación, interacción y propuesta

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Rory McIlroy en la segunda ronda en Royal Portrush. © Golffile | Eoin Clarke
Rory McIlroy en la segunda ronda en Royal Portrush. © Golffile | Eoin Clarke

Permítanme que les robe la ocurrencia del título a los imprescindibles Les Luthiers, pero creo que el latrocinio está más que justificado. No hace falta decirlo, pero en el mundo del golf, siempre exquisito y reglamentado, también hay sitio para las explosiones espontáneas de júbilo. Ya sea para celebrar putts ganadores, para destacar golpes históricos (como aquel albatros de Gene Sarazen que fue definido como «el golpe que se escuchó en el mundo entero»), para marcar cambios de tendencia (¿recuerdan los rugidos del domingo de Masters en la segunda mitad del recorrido?) o para empequeñecer a los rivales (esos vítores y cánticos en la Ryder Cup), el habitualmente correcto público del golf se desmelena metafórica y literalmente al dar rienda suelta a un catálogo de emociones y expresiones que parecen impropias de los clubes que acogen los torneos más reputados.

Qué triste paradoja es que el 65 de Rory quede sólo como adorno

Todas estas apoteosis históricas estuvieron a punto de quedar eclipsadas al final de la segunda jornada de este The Open que se disputa en Royal Portrush. Pero ¿qué había en juego después de 36 hoyos para que su celebración estuviera a la altura de las que subrayan las hazañas más importantes del golf mundial? Creo que ya lo saben. Un mero corte, una pieza de «caza menor» para las principales estrellas del golf mundial y, en especial, para nuestro protagonista, Rory McIlroy. Delante de un público entregado y enfervorecido, el vapuleado McIlroy (79 en la primera vuelta) no tardaba en dar motivos a los espectadores para ilusionarse con la posibilidad de presenciar una vuelta histórica… que apenas le serviría para jugar el fin de semana del Open. El fotógrafo Jordi Socías dijo en cierta ocasión que la perfección es cuestión de milímetros, y a esa vuelta casi inmaculada no le faltaron muchos de esos milímetros para traducirse en una tarjeta perfecta. Al final, el norirlandés se despedía del torneo pese a haber firmado un espectacular 65 y la explosión de júbilo que estuvo a punto de darse en el green final se convirtió en una ovación cerradísima con el público en pie, la renovación de los votos entre los espectadores norirlandeses y su jugador preferido. Sin duda, el «casi» más estruendoso de los últimos años… Honor, garra, pundonor, voluntad, talento… Podemos tirar de muchos sustantivos para explicar lo que ayer hizo Rory McIlroy en su tierra, pero intentaré resumirlo en una breve frase: ganar no siempre es lo que más importa.

Sólo 16 jugadores han pasado el corte en los cuatro grandes

Shane Lowry en el hoyo 5 de Royal Portrush durante la segunda jornada del Open Championship. © Golffile | Ken Murray
Shane Lowry en el hoyo 5 de Royal Portrush durante la segunda jornada del Open Championship. © Golffile | Ken Murray

Mientras tanto, la zona alta de la tabla seguramente haría muy feliz a Sheldon Cooper: hasta doce banderas diferentes entre los 31 mejores clasificados, entre ellas las de los colíderes, la irlandesa de Shane Lowry y la estadounidense de J. B. Holmes. Ya que estamos, y aunque no venga mucho a cuento, les chivo un dato muy propio del personaje de Big Bang: ¿saben que la bandera de EE. UU. es la que más variantes ha tenido a lo largo de su historia (32 en total)? ¿El motivo? La costumbre de ir añadiendo estrellas a la bandera a medida que se incorporaban estados a la Unión.

Jon coge a tiempo las riendas del potro salvaje que lleva dentro

Aunque solo uno de ellos sea oriundo de la isla, lo cierto es que Holmes y Lowry (y sus barbas pelirrojas) encajan perfectamente con el estereotipo irlandés, aunque huelga decir que el público se decantará por el local. Como decía Lowry con mucho gracejo al finalizar la vuelta, la semana que viene en el WGC de Memphis le seguirán diez señores y un perro, así que tiene clarísimo que es la semana perfecta para aprovechar el calor del público y canalizarlo adecuadamente. Él ya sabe lo que es ganar ante la afición local (recordemos que su primer triunfo en el European Tour lo consiguió en el Open de Irlanda, aún como amateur) y también se ha visto en situaciones similares y al frente de torneos importantes (con suerte desigual, ya que se impuso en el Bridgestone Invitational de 2015 pero sufrió una dura derrota en el U.S. Open de 2016 en Oakmont, donde fue superado finalmente por Dustin Johnson.

JB Holmes en la segunda jornada del Open. © Golffile | Thos Caffrey
JB Holmes en la segunda jornada del Open. © Golffile | Thos Caffrey

La vuelta 80 de Sergio en el British Open no ha sido una vuelta cualquiera…

En cualquier caso, dado lo apretada que está la clasificación (con 61 jugadores separados por apenas 8 golpes, una distancia más que salvable si un links como Royal Portrush empieza a hacer de las suyas escoltado por las inclemencias meteorológicas), no creo que nadie se atreva a repetir la baladronada de Max Faulkner en el anterior abierto que se jugó en este recorrido norirlandés. Al falta de 18 hoyos se atrevió a firmar una bola a un chaval añadiendo a su nombre las palabras “Campeón del Open de 1951”, una circunstancia a la que no le dio excesiva importancia hasta que vio como su ventaja se difuminaba en algunos momentos de la vuelta decisiva. Al final el inglés consiguió imponerse y alzar la jarra de clarete, pero su gesto y sus apuros finales sirven de curiosa moraleja para todos los que intenten anticiparse demasiado este año (y cualquier otro) en un Open Championship.

La emoción de Rory McIlroy tras fallar el corte en su casa