Poco después de ganar en Gales, durante una entrevista en el podcast Bola Provisional, comenté algunos ajustes que he hecho en los palos en las últimas semanas y que, sin duda, han contribuido de manera decisiva a sentirme mejor en el campo, más a gusto con mi swing y, en consecuencia, a tener mejores resultados. En este artículo voy a ser más específico con esos cambios. Os voy a explicar lo que he hecho, lo que he buscado y cómo lo he conseguido. Yo creo que es muy interesante, son los reglajes, la telemetría de la Fórmula Uno llevada al golf. Estoy convencido de que a los muy frikis les va a gustar y a los menos, como poco, les va a interesar.
Todo empezó la semana de Belfry, a mediados de mayo. No estaba a gusto. Había montado unas varillas muy estables en los palos y sí, muy bien, la bola me salía bastante recta, pero me costaba un mundo poder pegar efectos al draw (cerrando) o al fade (abriendo). A mí me gusta mucho mover la bola, me siento a gusto cuando puedo hacerlo, pero esas varillas me daban menos margen. Eran unas varillas de tubo.
Yo siempre he ido bastante por libre en el tema de material, pero en esta ocasión decidí sentarme y hablar con el experto de Callaway, Dan Cooper, para explicarle mis sensaciones y ver cómo me podía ayudar. Tras esta conversación decidimos montar de nuevo las varillas de nudos y las sensaciones ya eran mucho mejores. Los números podían salir o no, pero yo estaba más cómodo, sentía que la bola hacía más lo que yo había pensado y podía pegar con más facilidad el draw, el fade e incluso una bola más baja. Tenía más maniobrabilidad.
Como os digo, pronto empecé a sentirme mejor con el swing aunque de vez en cuando me salían algunos golpes muy malos. Entonces me reuní con Pepín Rivero, mi entrenador, y lo estuvimos hablando. Aquello no era normal. Yo le pego más o menos al drive, me defiendo con todo, pero los hierros son mi punto fuerte y estaba bastante perdido. Había pasado de estar alrededor del puesto 30-40 de greenes en regulación en el Circuito Europeo a caer al 185… Tocaba el siguiente ajuste.
Decidimos tocar el lie del palo, esto es el ángulo que genera cuando está apoyado. Si la punta está más baja que el cuello se llama flat y si está más alta se llama upright. Pues bien, pasamos de un grado flat a un grado y medio upright. El cambio es enorme y lo note enseguida, sobre todo con los palos cortos. Empecé a pegarle mucho mejor a la bola, ya no había tantos fallos grandes y, sobre todo, lo más importante, veía que la bola salía por donde yo la sentía. Antes, había veces que yo pensaba que la bola iba a salir de una manera y no lo hacía. Os aseguro que eso genera un enorme desconcierto, ya que no sabes qué está fallando, empiezas a hacer ajustes de tu swing y la madeja se puede liar muchísimo. Los resultados empezaron a mejorar. Aunque fallé algunos cortes yo ya sí sentía que estaba cerca. Pasé de estar el 180 en greenes en regulación a quedar primero o segundo en algún torneo. Quedaba, no obstante, ajustar un poco más…
El martes del Cazoo Open de Gales, antes de ganar, volví a verme con Dan Cooper y le expliqué que la bola me salía un poco más alta y con más efecto de lo que yo quería. Cogió mis palos, los calibró y resultó que estaba un poco más abiertos de la cuenta, concretamente tenían entre 1 y 1,25 de loft. Eso no se sabe muy bien por qué pasa y no es habitual, pero a veces ocurre. Me los calibró bien esa semana, los cerró y me los puso cuadrados. Al primer golpe la bola ya me salió más baja, sin necesidad de tener la sensación de echarme encima de la bola en el swing, y con menos spin. Estaba cómodo. El golpe salía como yo lo había planeado.
Y un último ajuste que hicimos. Tocamos el ‘swing weight’, el balance del palo. Estaba en D4 y lo pusimos en D3, es decir, en D4 hay más peso en la cabeza del palo y en D3 está más equilibrado con el grip. Concretamente, le quitamos dos gramos de peso a la cabeza del palo. Esta es la ingeniería del golf. ¿No está mal, verdad? Lo que he aprendido es que hay que hablar más con los expertos, contar tus sensaciones y ponerte en sus manos para encontrar soluciones. A mí me ha ido de cine.
Por último, y para desengrasar, os cuento una cosa que me pasó el otro día y que me ha hecho mucha ilusión. Fue en la plaza de toros de Briviesca. Fuimos a ver a Manuel Escribano, que tiene una muy buena relación con mi mujer Cristina. Ella es muy aficionada a los toros y a mí me gusta, pero tampoco he ido a muchas corridas en mi vida, si acaso habré estado en tres o cuatro. Pues bien, estábamos en la plaza y de pronto se nos acercó desde el ruedo Manuel Escribano y me brindó el toro. Me felicitó por la victoria en Gales y me lo dedicó. Tengo que reconocer que me emocionó mucho y, también, me puse muy tenso. Sólo deseaba que le saliera todo bien. Por suerte, hizo una gran faena y se llevó una oreja, así que todos felices. Escribano es un grandísimo aficionado al golf. Le agradezco mucho el gesto que tuvo conmigo y ojalá pronto podamos jugar una ronda juntos. Prometo no hablarle de telemetría…