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Juan sarasti, a fondo

Talento a ritmo de Tchaikovsky

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Juan Sarasti. © Golffile
Juan Sarasti. © Golffile

«Juega a la vasca» –asegura su entrenadora, Marta Figueras-Dotti-, y él se ríe. Porque acepta las críticas con actitud siempre positiva y porque no hay nada mejor para un forofo de la Real Sociedad y del Atlético de San Sebastián (hockey) que ese piropo, «a la vasca», a lo que él responde «a mucha honra», porque «donde hay swing, hay golpe». Y con esa filosofía avanza por la vida con valentía, dispuesto a llegar muy lejos y si es necesario, rompiendo moldes.

Juan Sarasti es uno de los talentos que este año disputará el Challenge Tour siguiendo los pasos de Rafa Cabrera Bello, entre otros. Es de una generación de golfistas que vuelve a saber lo que vale un peine. Que no es suficiente con ser buen jugador de golf. Y si alguno no lo sabe, ya se han encargado sus padres de recordárselo, como Juan Carlos e Inmaculada, que «me han enseñado a ser constante con lo que hago. Si lo hago, a tope con las consecuencias. Mis padres han sido un gran apoyo desde que tomé la decisión de ser profesional de golf, algo nuevo en nuestra familia. Pero nunca les vi tan contentos con mi decisión como cuando me siguieron en aquel Open de España en el PGA de Cataluña en 2007 que jugué fenomenal, pasé el corte y quedé en el puesto 48º. Nunca olvidaré sus caras de satisfacción. Yo tenía 18 años y aún era amateur, y allí confirmé cual sería mi futuro con el compromiso de hacer una carrera universitaria; a veces fue complicado compaginarla con los torneos pero no podía faltar a mi palabra. Soy la primera generación de golfistas en mi familia, y siempre me han acompañado cuando han podido; tengo un recuerdo muy especial de cuando gané el Grand Prix de las Landas en Hossegor, con mi familia y amigos siguiéndome. Fue mi despedida del mundo amateur y la confirmación de que estaba listo para pegar el salto al golf profesional».

Son deportistas que ya no se plantean la preparación física y mental como algo excepcional, sino esencial en su carrera, ya sea como golfista o como ingeniero de caminos. Son muy completos. Luchan por entrar en el grupo de élite y para ello necesitan llevar muchas cosas en su mochila: una buena formación, un título, idiomas y riqueza cultural. Les gusta la buena vida, se interesan por la situación de hoy en día, escuchan a los más sabios –para Juan, sin duda alguna, Olazábal- aprenden de otros a través de sus biografías («me impresionó la de Djokovic y lo que hizo para ser el mejor jugador del mundo: cambiar la dieta; por supuesto la de Rafa Nadal; y la de Michael Phelps, si hay un super deportista ahora mismo para mí es él», asegura); y entrena a ritmo de Tchaikovsky: «Es la música con la que consigo relajarme, es mi momento de desconexión, donde analizo lo que he hecho, cómo lo he hecho y dónde mejorar».

Tiene las ideas muy claras y persigue lo que se le pone entre ceja y ceja, hasta que lo consigue. Conoció a Marta Figueras-Dotti cuando estaba en la Blume y se empeñó en que le entrenase en un momento que la campeona internacional trabajaba con el equipo femenino y con Tania Elósegui. «Les veía en Basozabal con Txema y me encantaba su forma de entrenar, su forma de hablar, sus charlas grupales. Sin desmerecer a Salva Luna, que es uno de los mejores entrenadores técnicos con los que he trabajado, sabía que era la mejor. Le pedí trabajar con ella y me dijo que no, que nunca había entrenado a los chicos pero me puse bastante pesado y la convencí (y desde ese momento Marta Figueras-Dotti prepara a otros jugadores como Oriol o Guzmán). A Marta le gustan los jugadores pasionales, los que vibran con el golf, y desde el principio hubo muy buena química. «Nos exigimos mucho pero sabe sacar lo mejor de mí; y cuando viene de caddie conmigo es cuando más cómodo juego».

Una comodidad también propiciada por su fantástica actitud por el campo, según su mánager y amiga Alicia Garrido. «Hago partícipe al que viene conmigo de lo que está pasando, y así es mucho más entretenido. Le explico el golpe que voy a dar y por qué; pero se pasa mucho tiempo en el campo y es imposible mantenerse concentrado cinco horas y media seguidas; me concentro en el momento de cada golpe. Con Alicia tenemos muchos temas de los que hablar, fuimos a la misma universidad, nos gusta la tamborrada, la Real Sociedad…»

Y es que Juan es de estos chicos que no parece golfista, y que tiene muy claro que «hay mucha vida más allá del golf. Procuro no hablar de golf cuando termino la vuelta, y mucho menos fuera de un campo de golf. Hay que desconectar. De hecho, tengo amigos que han empezado a jugar y son unos verdaderos frikies, ¡hablan más de golf que yo!».

Sarasti es como un niño grande, y de hecho es muy niñero, «me encantan los torneos que organiza D&B con niños, en este mundo en el que hay que mantener las formas, ser muy disciplinado y correcto siempre, con los niños haces el ganso y te sueltas de verdad, y es que hace muy poquito que estabas como ellos. Se aprende mucho con ellos». En eso coincide con su gran ídolo, José María Olazábal, a quien conoció en Basozabal, «mi club y su campo. Cuando no competía venía a dar bolas. Siempre le ha gustado volver a casa entre torneos, que es donde mejor te preparas. Los vascos queremos mucho a los vascos, admiramos lo de casa y él es todo un referente. Recuerdo ir a verle cuando yo tenía 8-10 años. De Seve conozco su grandeza, pero nunca le vi jugar. A Chema le tenía cerca y siempre ha sido una persona cercana. Cuando venía a vernos dar bolas nos dejaba boquiabiertos. Cuando gané el Lacoste Promesas en 2004 y fui a la final con él, me reconoció y flipé. Luego gané la final y fui con él a la Copa del Mundo a Sevilla. Nunca lo olvidaré. Siempre te da buenos consejos, se preocupa de cómo te va. Es apasionante su amor por este deporte, su humildad, lo trabajador, lo profesional y lo magnífica persona que es. Y ese es el mejor consejo que te puede dar».

El donostiarra tiene ss preferencias dentro del golf profesional de élite. «Para mí, hoy en día el jugador más completo es Rory McIlroy, tiene el mejor swing, la mejor preparación física, es un 10 en todos los aspectos. Pero mi favorito sin duda es Dustin Johnson, es puro espectáculo».

Y analiza de este modo su presencia pasada y futura en el Challenge Tour. «Mi primera temporada en el Challenge Tour el año pasado estuvo llena de altibajos, pero fue muy positiva. Hice vueltas buenas cuando había que hacerlas, los viernes, pero fallé los domingos. Me gustan los retos y cuanto más complicado lo veo, más me motivo. El año pasado sólo entraba en diez torneos por lo que mis objetivos no eran muy reales; este año sí. Y mi objetivo es sacar la carta del Tour: quedar entre los 15 primeros. Me veo con posibilidades y quiero llegar».

Y llegará. Porque se le ha puesto entre ceja y ceja. El autor de la música que le motiva, Tchaikovsky, también tuvo que estudiar la carrera de derecho por compromiso con sus padres antes de dedicarse a su pasión; tampoco lo tuvo fácil en sus comienzos y tuvo que romper moldes; aprendió de su ídolo, Mozart; y trabajó duro hasta culminar su gran obra, El Lago de los Cisnes. Juan Sarasti ha elegido el camino correcto para llegar lejos, porque no tiene nada que perder y mucho que ganar. Porque es valiente. Y porque en su golf, como en su vida, «donde hay swing, hay golpe».