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Jon Rahm hizo soñar al público con una remontada para la historia y Madrid vibró con él

Dos horas de furia donde el bicho pareció que la iba a liar muy gorda

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Jon Rahm se lamenta por la ocasión de eagle que se le escapó en el hoyo 18 del Club de Campo Villa de Madrid.
Jon Rahm se lamenta por la ocasión de eagle que se le escapó en el hoyo 18 del Club de Campo Villa de Madrid. (© Golffile | Thos Caffrey)

Jon Rahm ha amanecido este domingo feliz y tranquilo. Tenía una vibración especial. Risueño en el hotel. Risueño a la llegada al Club de Campo. Y hasta risueño en la cancha de prácticas. Parecía que tuviera un pellizco especial. Como si supiera que hoy en Madrid se iba a vivir algo muy gordo. Los que le conocen aseguran que la mirada le brillaba de una manera especial. Y sí, algo había, casi, casi la lía…

El Club de Campo ha vivido dos horas de éxtasis. Parecía como si se estuviera corriendo la voz por la capital y alrededores. Desde el principio había muchos espectadores siguiendo el partido de Rahm, pero ha medida que avanzaba la vuelta del morrosko, el público crecía en oleadas, en felicidad, en nerviosismo y en expectación. ¿De verdad el bicho será capaz de culminar la remontada? ¿Estamos asistiendo a un momento histórico? Sí, esa era la sensación entre la gente que inundaba el pasto por donde caminaba firme el vizcaíno.

Su inicio de vuelta ha sido fabuloso. Todos los putts que no habían entrado en los primeros días, comenzaron a caer en tropel. Birdie sensacional en el 1 desde casi seis metros, birdie en el 2 desde siete, uno más en el 3 desde tres, otro en el 4 desde otros tres y hasta un quinto en el 5 también desde tres, aunque este para par. Cuatro birdies en los primeros cuatro hoyos. «No recuerdo si alguna vez en mi carrera he empezado así una vuelta. Diría que no. Recuerdo que una vez en Pebble Beach (segunda ronda de 2017) empecé con un par y después hice seis birdies seguidos», explicaba al acabar su ronda. El delirio se empezaba a apoderar del Club de Campo. El milagro parecía posible.

El putter iba caliente, pero los wedges no tanto. Seguramente aquí, en esta parcela de 100 metros para abajo, es donde se le ha escapado un día para la historia. Malos golpes en el 5 y 6, aunque salvaba sendos pares, y otro arreón con dos birdies en los hoyos 7 y 8, de nuevo en este último metiendo un putt de siete metros desde el collarín. Locura. Sí, se puede. Sí, se puede. Eso es lo que se estaba viviendo en el campo. No cabía un alfiler y apenas se podía ver al de Barrika entre tanta gente. Daba igual. Lo único importante era sentir lo que estaba pasando. Poder decir que yo también estaba allí. Había emoción.

El milagro se desvaneció en los siguientes seis hoyos, sobre todo en el 9 y en el 10. Dos opciones muy buenas de birdie que se fueron al limbo. Ambas de alrededor de tres metros. Del 11 al 13 no jugó lo suficientemente bien como para fabricar oportunidades y el par del 14 ya fue definitivo. Game over. No habría rahmontada. Jon ahí ya sabía que no iba a ganar el torneo, pero aún así siguió empujando. Qué competidor. Birdie en el 15 y un hoyo 18 para el recuerdo. Se dejó hasta el último gramo de energía en la salida. Pegó al driver con todo lo que le quedaba y la puso en green. Qué bestia. Más delirio. Un regalo para todos los fieles. Opción de eagle que se escapó en el último instante. Qué ganas tenía de meterlo Rahm. Qué ganas tenía de dedicárselo a todo el mundo.

Finalmente, Jon ha entregado una fantástica tarjeta de 64 golpes, siete bajo par, la mejor de la semana. Ha soñado y ha hecho soñar. Ha emocionado. No ha ganado, pero los aficionados lo han disfrutado casi como un triunfo. Qué cerca ha estado de liarla. Rahm es un regalo para el golf español. Es un regalo para nuestro deporte. «Mi idea al salir a jugar era llegar pronto a -15 y a partir de ahí hacer las menos posibles. Quería dar lo mejor de mí para ofrecer un gran domingo al público». El resultado no le dio, pero la alegría al público sí que la brindó.

La realidad es que Matthieu Pavon, con un juego apabullante el domingo, habría puesto imposible cualquier remontada. Pero la ilusión que Rahm generó no se paga con dinero.

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