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Otra vez a un suspiro

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Soren Kjeldsen (-2) ha ganado un Open de Irlanda épico, administrando con paciencia y sangre fría la renta que traía de las tres jornadas anteriores, e imponiéndose en el primer hoyo de un desempate a tres bandas que se jugaba ante Bernd Wiesberger y Eddie Pepperell en el 18 del Royal County Down. Rafael Cabrera Bello (-1) debió entrar en este play off, visto lo visto, pero fue a cometer el error más importante de su vuelta en el momento más inoportuno…

El putt final del danés, el que valía el título, resumía en su incertidumbre una jornada tan espeluznante para los profesionales como fantástica para el aficionado. Después de haberse procurado de modo prodigioso una opción de eagle, tenía una distancia de menos de un metro (probablemente no pasaba de los setenta centímetros) para hacer birdie en el primer hoyo de desempate, registro que le valía para ganar, toda vez que Wiesberger y Pepperell ya solo podían firmar el par en el mejor de los casos.  Disparó con aparente convicción, pero aún tuvo que esperar a que la bola diese toda la vuelta al hoyo antes de reposar al fin en la cazoleta. Seamos más exactos: de los 360 grados de la circunferencia la bola recorrió por el filo al menos 330, suelta y caprichosa, antes de caer. Es más, fue en el último tramo de esta extraña pirueta cuando realmente más fuera parecía la bola del hoyo, y sin embargo entraba al final con un quiebro gracioso e inexplicable.

Incertidumbre en todos los sentidos en el vetusto y monstruoso recorrido de Newcastle. El viento, potente y racheado, hacía de cada tiro un acto de fe, por sencillo que pareciera, y semejante paseo de casi cinco horas por el alambre acaba por arruinar la tarjeta de cualquiera. Siempre hay excepciones, claro: cuatro jugadores conseguían jugar por debajo del par, sostenidos por su talento y la inspiración, indudablemente, y aliados con un azar generoso (indudablemente también).

Pepperell ha sido probablemente el mejor de todos entre la confusión dominical de viento y agua (sí, también llovía a rachas). No debería tardar demasiado en sacarle rédito a ese golf natural y fresco que gasta. Pero al margen del joven inglés, realmente era Cabrera Bello quien más parecía tener su juego bajo control, anclado a un swing pleno de ritmo, muy eficiente. El canario se iba a quedar de nuevo a un suspiro, como en la Final de Dubai de hace unos meses. Entonces encalló en un cúmulo de desgracias en el hoyo 16 del Earth course del Jumeirah. Esta vez iba a pagar muy caro un mal approach desde la calle del 18, cuando todavía aspiraba seriamente a llevarse el torneo sin necesidad de llegar siquiera al desempate…

Es legítimo, y hasta lógico, quedarse con ese tiro del 18, porque realmente fue a ocurrir en el momento decisivo. Pero hay otra realidad que puede y debe explicarse: Rafa no ha ganado el Open de Irlanda porque no fue capaz de exprimir alguna de las ocasiones de birdie que con un temple extraordinario e inusitada regularidad se iba procurando en un campo que no estaba para semejante despliegue. Dicho de otro modo: los bogeys iban a caer, pero para ganar había que arañar algún birdie en un rapto de genio, de acierto… O de buena suerte. Mucho más si el juego largo daba la talla, como así fue. Pero el canario no  firmó ni uno solo. Demasiado lastre. «Estoy decepcionado por no haber pateado como los otros días, porque he vuelto a jugar bien de tee a green. Me duele haberme perdido el desempate por un golpe y con un bogey en el último hoyo«, señalaba el jugador ante la cámara del European Tour, visiblemente afectado.

Sin embargo, ha vuelto a quedarse muy cerca y en otro gran escenario, mostrando recursos a espuertas donde buena parte de la élite mundial naufragaba. Este tipo de apariciones estelares, más bien frecuentes en su caso, obligan a ver la botella medio llena.

Resultados finales del Open de Irlanda 2015